Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1).
¿Todavía tienes esperanzas de que haya paz?, le preguntó un periodista a Bob Dylan.

Unos 600 años antes de Cristo, la mayoría de los profetas preconizaban la paz. Pero Jeremías le recordaba al pueblo de Dios lo que Él había dicho: Obedézcanme. Así yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo (Jeremías 7:23 nvi). Pero ellos siguieron ignorando al Señor y sus mandamientos. Los falsos profetas decían: ¡Paz, paz! (8:11), pero Jeremías predecía desastres; y Jerusalén cayó en el 586 a.C.
Es raro que haya paz. Pero la misma profecía revela a un Dios que ama sin límites y que le dice a su pueblo rebelde: “Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia. Volveré a edificarte: serás reedificada, virgen de Israel. De nuevo serás adornada con tus panderos y saldrás en alegres danzas.(Jeremías 31:3-4).
Dios es un Dios de amor y paz. El pecado quita la paz del mundo y de nosotros. Pero Jesús vino a este planeta para reconciliarnos con Dios y darnos paz interior: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 5:1). Sus palabras están entre las más esperanzadoras que se hayan escrito.
Ya sea que vivamos en una zona de combate o en un vecindario tranquilo, Cristo nos invita a disfrutar de su paz.
Señor, gracias porque no hay guerra ni conflicto que nos quite tu paz.
Dios no nos da felicidad y paz fuera de Él, ya que no se encuentran en otro lado.
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