martes, 5 de junio de 2018

Miembros De Un Solo Cuerpo

Años atrás caminaba por la senda de la duda, fundamentalmente por desconocimiento, entre el catolicismo, asistiendo a mi parroquia católica; iba también, otros días, a una iglesia evangélica cristiana, y en otras ocasiones venía a mi congregación actual en busca de la verdad. No me percataba entonces, que la verdad se encuentra en nuestro corazón, aunque a veces no nos percatemos. Tal como me pasaba, hasta que en mi congregación hallé una característica fundamental que no existía en las otras congregaciones, y que acabó por inclinar la balanza e hizo que me decidiera finalmente, por venir aquí. ¿Qué fue? Sin duda, la familiaridad que vi en ésta. Claro está que entonces no tenía el nivel de conocimiento espiritual de hoy. Éste va creciendo día a día y entonces yo no era más que un bebé espiritual. No sabía prácticamente nada de lo que es la familia cristiana; ahora… creo que sí.
Esta introducción personal da paso al tema a tratar:
En la Biblia leemos en Romanos 12:5 “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. 
Me parece oportuno en este momento, tratar un poquito el tema de lo que es la Iglesia cristiana y para qué es. 
Imagen relacionada¿Qué es y para qué es la Iglesia?
En el versículo anterior de Romanos 12.5 podemos ver claramente lo que el Apóstol Pablo dice.


Vamos a tratar la primera pregunta.
-¿Qué es la Iglesia?
En el capítulo 12 de Romanos, Pablo está comparando la congregación de los fieles con un cuerpo físico. Y añade, que todos los miembros de un cuerpo físico forman un solo y mismo cuerpo, todos los miembros son importantes para él. Pero cuando Pablo aplica esta analogía a la congregación, no solo quiere decir que cada persona de ella pertenece al “único cuerpo” de la congregación, que sí pertenece: lo que él quiere decir, sobre todo, es que cada persona en la congregación pertenece a todas las otras personas de la misma. “Miembros los unos de los otros”.
Veámoslo de otra forma para clarificarlo: de no obrar los dones en la asamblea o congregación de personas, el cuerpo personal de cada individuo no pertenecería a nadie más, solo a él mismo; no puede dar cada uno nada a los demás. Sin embargo, el cuerpo individual no es algo independiente y ajeno a los dones dados por Dios. Los dones los tenemos de cualquier forma, los queramos o no. Y además, nadie puede unirse a una constitución o a una denominación sin más, sin aportar... y sin recibir. Hemos sido creados dentro de un ser viviente en el que operamos independientemente, pero a su vez, y esto merece la pena recalcarlo, con mutua dependencia de toda la asamblea de discípulos. Y si usted está unido a una cosa, usted es miembro de un club en el que los demás miembros, algunas veces, le piden algunos deberes.

En cuanto a la segunda pregunta:
-¿Para qué es la Iglesia?
Veamos: Dios diseñó la Iglesia para trabajar para su gloria, para alabarlo, y además de esto, cada persona en la iglesia está diseñada para funcionar dentro de esta congregación, para el bien de los demás. Si la Iglesia es para usted algo aburrido, muy probablemente esa iglesia no está funcionando de la manera que Dios espera que lo haga, tal como la diseñó.
Hasta aquí hemos visto este tema desde un plano teórico, dogmático. Ahora bien, desde un punto de vista más subjetivo o personal, dos características importantes emergen del fondo de lo expresado por el apóstol Pablo en Romanos 12:5.

Primero, 
la única razón por la que ese ”cuerpo” del que Pablo habla, existe por encima de todo, es porque cada miembro del cuerpo tiene una directa conexión con Jesús, y una conexión individual y solidaria al mismo tiempo, con cada seguidor y con todos los seguidores de Jesús. Eso es lo que significa “estar en Cristo”.
O sea, nosotros estamos en Cristo como partícipes de una relación viva con Él, y debido a esta relación, estamos conectados los unos con los otros. Esta es la razón por la que la iglesia es en realidad, mucho más pequeña (en número) que la audiencia que se sienta en las banquetas cada domingo. La Iglesia real está conectada en vida a Jesús y demuestra esta conexión con un amor del uno para el otro.
En la congregación no hay extraños ni extranjeros. La asamblea entera de creyentes está virtualmente conectada a Él y a los otros. Esto es algo que se pierde en las grandes iglesias, a menos que los miembros establezcan profundos grupos de relación.

En segundo lugar, todos aportan, con más o menos relevancia, a la congregación. No hay “profesionales” cuando se trata de la relación con Cristo y con los otros. La jerarquía profesional, o el grado ascendente de los cargos en una empresa por ejemplo, es un instrumento creado por los hombres con el objetivo de controlar el “cuerpo”, partiendo del núcleo o cabeza visible; y la única cabeza visible de la Iglesia es Jesús. Nadie puede controlar a Jesús, salvo Dios Padre, y en todo caso, somos nosotros quienes debemos someternos a Él. 
El desafío más grande de la versión actual de la iglesia es permitir que Jesús El Señor sea el Señor de la Casa, lo cual significa, …para todos, soltar los controles, y esto a veces nos llena de terror, y puede parecer que algunos no confiamos en Él. Vergüenza entonces, caiga sobre nosotros. 
Imaginemos por el contrario, lo que la Iglesia sería, si realmente, fuera el lugar donde pudiéramos ejercer con libertad los dones dados por Dios para su gloria, y fuésemos animados a usarlos y ponerlos en práctica para beneficio de todos. Imaginemos lo que ocurriría entonces, si estuviésemos rodeados por quienes nos hacen crecer de verdad, y que todos operáramos plenamente en nuestra productividad. Imaginemos cuán impresionante sería pertenecer a una comunidad que es bendecida por todo lo que nosotros hiciésemos, recibiendo los unos y los otros la misma bendición a la inversa, de vuelta. Esta es la Iglesia que Jesús tuvo en mente.
La gran tragedia de ciertas congregaciones de la iglesia moderna, es no tener en cuenta los dones dados por Dios a cada miembro. Esta solemne falta de fe, yo diría que hasta “herejía”, nos lleva a la aridez y sequía en la Iglesia. Y por ello tenemos que pagar un precio. El precio es la falta de eficacia de la iglesia.
La Iglesia llega a ser inefectiva en su ministerio y en su testimonio, cuando no revela debidamente, los dones dados por Dios a la gente. Es entonces, cuando Dios no puede implementarse en nosotros. Por lo tanto, es tiempo de entrar en una nueva dimensión eclesiástica que realmente, es la diseñada y creada por Dios, la primera, la antigua, la original y verdadera.
No hay extranjeros ni espectadores en la casa de Dios, y esto es para todos.
Siendo honrados, si no somos honestos con nosotros mismos y no amamos de la manera como Dios lo hizo, busquemos una asamblea de creyentes donde podamos contribuir con lo que somos y al mismo tiempo ser influidos; justo, precisamente por lo que me decidí.
M.G.L.

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