Laodicea era la ciudad más opulenta de las siete que había en Asia. Se la conocía por su banca industrial, la manufactura de la lana y la escuela de medicina que producía un medicamento para los ojos. Pero la ciudad siempre tuvo un problema con el suministro de agua.
En cierta oportunidad se construyó un acueducto para transportar agua a la ciudad desde manantiales de agua caliente, pero cuando el agua llegaba a la ciudad no estaba ni fría ni caliente, solo tibia. La Iglesia había llegado a ser tan insípida como el agua tibia que llegaba a la ciudad. Apocalipsis 3:15 “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !Ojalá fueses frío o caliente!
El agua tibia es desagradable. La iglesia de Laodicea se había vuelto tibia, y por lo tanto era desagradable, repugnante. En estos tiempos no ha cambiado, inclusive algunos dicen que cuanta más gente tiene la Iglesia mejor es, porque allí está el Señor. Ese tipo de pensamiento es digno de reprensión, ya que la biblia dice... Mateo 18:20 “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Dios no mira la cantidad ni el parecer como lo vemos usted y yo. 1 Samuel 16:7 “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón“.
Así que si usted tiene la idea de que cuanta más gente haya más se manifiesta Dios, está equivocado(a). A pesar de su gran esplendor esta Iglesia tenía un fallo, y este fallo que hoy en día no vemos, es que cuanto más se pelea por tener la iglesia más grande y que haya más miembros, Satanás los va destruyendo interiormente. La Iglesia de Laodicea a pesar de ser extremadamente rica, era pobre.
Era rica en lujos y arquitectura, pero pobre espiritualmente. ¿Se agrada Dios de una Iglesia llena de gente, hermosa en estructuras, diseño, altares de mármol, y asientos reclinables con aire acondicionado? ¿O prefiere una Iglesia centrada espiritualmente, que sea un bloque, aunque con sillas duras de madera y ventanas, y poca membresía, altares más bien rústicos y predicadores con ropa desteñida?
La estructura no le interesa a Dios. Sí, debemos tener la iglesia bonita, pero Dios quiere que usted y yo lo busquemos de todo corazón. Dios se puede manifestar tanto en una iglesia de diez mil miembros como en una de diez. ¿O no lo cree así? Apocalipsis 3:17 “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo“.
La riqueza de esta iglesia, su gran comodidad y la indiferencia las habían conducido a la ociosidad. Al dejar de hacer todo por Cristo, la iglesia se había endurecido y estaba satisfecha de si misma. Estaba destruyéndose. No hay nada más desagradable que un cristiano solo de nombre, que se cree autosuficiente.
Hay muchas grandes iglesias que se creen autosuficientes, que dicen: todos tranquilos, no hay de qué preocuparse, con creyentes que piensan que solo consiste en asistir a las reuniones de la Iglesia, que viven vidas cristianas sedentarias, van de la iglesia a la casa y viceversa, en las que no hay pasión por predicar, no hay preocupación por las almas perdidas. Laodicea no solo se ve en Asia, desgraciadamente está en nuestros días, los creyentes están viviendo la realidad de la gran iglesia de la Laodicea. Para muestra un botón, fíjese en las mega iglesias de hoy, mire el compromiso de hoy en día, tener la mejor iglesia y la más grande membresía.
Pero, ¿para qué quiere Cristo un templo de oro si no hay soldados?
No nos conformemos con seguir a Dios a medias, permitamos que Cristo avive nuestra fe y pongámonos en acción. La riqueza nos engaña a pesar que somos creyentes. Algunos creyentes de Laodicea suponían equivocadamente, que la abundancia de bienes materiales era indicio de la bendición espiritual de Dios.
Laodicea era una ciudad rica y la iglesia también lo era, pero lo que la iglesia pudo ver y comprar llegó a ser más valorado que lo que no se ve y es eterno. La riqueza, el lujo y la comodidad pueden convertir a la persona en confiada y satisfecha de sí misma. Pero por mucho que usted tenga, no tiene nada si no posee una relación vital con Cristo.
Apocalipsis 3:18 “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas“.
A los de Laodicea se les conocía por su gran riqueza, pero Cristo les dijo que debían comprar oro de Él, (el verdadero tesoro espiritual). La ciudad estaba orgullosa de su ropa e industrias de tintorería, pero Cristo les dijo que debían comprar vestiduras blancas de Él (su justicia).
Laodicea se enorgullecía de su ungüento para los ojos que curaba muchos problemas de la vista, pero Cristo les dijo que compraran medicina de Él para curar sus ojos a fin que vieran la verdad (Juan 9:39). Cristo le estaba mostrando a la iglesia de Laodicea que los verdaderos valores no radican en los bienes materiales sino en una buena relación con Dios. Sus posesiones y logros no tenían valor, comparados con el futuro eterno reino de Cristo.
Apocalipsis 3:19 “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete”.
Dios castigará a las iglesias tibias a menos que se aparten de su indiferencia y se vuelvan a Él. El propósito de Cristo no es disciplinar ni castigar, sino atraer a la gente hacia Él. La tibieza en estos tiempos está en todas las iglesias; indiferencia hacia la palabra, pereza a la lectura, los cultos y reuniones se ven llenos de creyentes pero el cincuenta por ciento de los mismos no tienen la mente allí, su mente está lejos de allí, piensan en la comida, en lo que harán mañana, en si cerraron las puertas de su casa, en cuántos mensajes de texto tendrán en el móvil, etc., ésa es la realidad de las iglesias hoy en día. ¿No estamos viviendo lo de la Laodicea?
Apocalipsis 3:20 “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo“.
A pesar de su riqueza y de que se sentía satisfecha de sí misma, la iglesia de Laodicea no contaba con lo más importante: “la presencia de Cristo”. ¿De qué sirve una mega iglesia, si lo importante está en “Cristo” y le damos más importancia al templo que a Dios?
Cristo le mandó un mensaje a esta iglesia, la llama a que abra la puerta de su corazón, pero esta iglesia estaba tan ocupada disfrutando de los placeres mundanos que ni se daban cuenta de que Jesús intentaba entrar. Y cuando estamos así, el Señor nos llama pero las riquezas de este mundo nos hacen sordos a sus palabras.
Apocalipsis 3:22 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias“.
Deje siempre la puerta de su corazón abierta, así lo oirá cada vez que llame. Jesucristo está llamando a la puerta de nuestro corazón cada vez que sentimos que debemos volver a Él. Cada iglesia de Asia recibió una carta diferente, en la que el Señor la exhortaba a dejar lo que hacían y buscaran el verdadero camino.
Jeremías 6:16 “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos“.
Si Dios decidiera enviar una carta a cada Iglesia en estos tiempos ¿cuál llegaría a la suya?
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