sábado, 21 de abril de 2018

Identidad

Las características que recibimos del ciudadano del reino dan lugar a una especificación del impacto que tenemos sobre nuestro entorno. Como en tantas otras ocasiones, Jesús escogió uno de los elementos más comunes de la vida cotidiana para ilustrar esta verdad, la sal.
Resultado de imagen de sois la sal del mundo«Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Mateo 5:13» 
La sal tenía en la antigua Palestina dos funciones principales. Era usada para darle gusto a la comida, y servía para preservar o conservarla de la descomposición de la carne. También estaba incluida en algunas de las ceremonias religiosas en el templo, atribuyéndole un significado purificador. Meditemos en algunas características de la sal. 
En primer lugar, es enteramente diferente a la comida y mantiene su sabor distintivo al mezclarse con los alimentos. No adquiere el sabor del plato al cual se agrega, sino que los contenidos del mismo quedan saboreados por la presencia de la sal. De la misma manera, un discípulo de Cristo debe poseer una vida distintiva, diferente a la de las personas a su alrededor. Cuando participa en actividades y eventos que lo llevan a tener contacto con la gente del mundo, el discípulo debe contagiar a otros de sus principios y conductas. De ningún modo, el discípulo debe adquirir el «sabor» del mundo.
En segundo lugar, la influencia de la sal en la comida se da simplemente por su presencia en ella. Cuando la sal es mezclada con los alimentos, no reacciona de una manera especial para producir el sabor salado. Del mismo modo, un discípulo no se dedica a realizar actividades especiales para «salar» a los de su alrededor. La acción de salar no se programa, sino que es el resultado de un estilo de vida en el cual la acción es permanente y no planificada. 

En tercer lugar, debemos notar que la sal es más eficaz cuando es añadida en la medida justa. Si se echa demasiada sal en la comida, esta última no podrá comerse. Del mismo modo, la presencia del discípulo en el mundo es más eficaz cuando su testimonio se produce de forma natural y espontánea, como parte de su experiencia cotidiana. Y la presencia de la iglesia en la sociedad es, a la vez, el factor que preserva al hombre del deterioro natural que produce el pecado.
Cristo termina su comentario con una observación categórica: la sal que ha perdido su gusto no sirve más. ¿Será que aquellas personas que durante años han participado de las actividades de la iglesia sin asumir un compromiso serio ya no son de utilidad para el Señor? No lo sabemos con certeza. Lo que sí es cierto, es que estas personas son las que más cuesta movilizar. ¡El Señor nos guarde de acomodarnos en una vida de rutinaria religiosidad!

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