viernes, 27 de abril de 2018

Dos malvados condenados a muerte, a cada lado de la cruz de Cristo

Usted y yo tomamos una opción u otra frente a la muerte de Cristo.

dos pecadores al lado de Cristo
Hay personas que tienen una relación de agravio y rechazo a Dios. Eso sí, quieren un Dios que les resuelva todos sus problemas y que los baje de la cruz del sufrimiento de inmediato. Y muy a menudo cuestionan preguntas como estas: ¿Por qué hay tantas catástrofes?, ¿por qué hay accidentes?, ¿dónde está Dios?, ¿por qué el terrorismo?, ¿por qué las guerras y el dolor?, ¿por qué Dios lo permite?, ¿por qué hay tantos que mueren de cáncer o de otras enfermedades?, ¿por qué hay ricos y pobres?, ¿por qué el hambre y la pobreza?, ¿por qué no resuelves esto o aquello? ¿Por qué? y ¿por qué? 

Dios no quiere que lo usemos siempre para resolver todos nuestros problemas, porque Él no siempre ha de querer librarnos de las aflicciones y del dolor que nos presenta este mundo caído y en caos. 

Lo que Dios quiere es resolver la pecaminosidad de nuestro corazón y no necesariamente, todas nuestras comodidades terrenales. No tendríamos un deseo sincero de estar en el cielo con Dios, si en realidad tuviéramos un paraíso en esta tierra. A veces nos hace falta estar un poco sumergidos en las lágrimas, en el dolor y en los sufrimientos para sentir la necesidad de un Redentor. 

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Juan 3:36

La actitud de uno de los malvados condenados a muerte al lado de Cristo, es muy similar a la posición que toman muchos de nuestra era moderna frente a la muerte de Jesucristo. Quieren a un Dios que les resuelva todos sus problemas, que les haga un milagro a su antojo y que de una manera urgente los baje de la cruz del sufrimiento y de la muerte. A estos pecadores no les urge un Salvador para sus almas, sino que desesperadamente anhelan resolver sus problemas en este mundo terrenal y pasajero. 
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. (Lucas 24:39).
Ésta no fue la actitud del otro impío pecador condenado a muerte al lado de la cruz de Cristo; este otro pudo ver descender la Gracia de Dios unos momentos antes de su muerte. 
Y en la misma hora en que se enfrentaba al destino eterno de su alma, (1) tomó una actitud de quebranto, (2) reconoció su pecado y (3) la deidad del Hijo de Dios.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino. (Lucas 23:40-42).
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:43)

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