El ser humano es propenso a desear lo bueno, lo excelente, lo conveniente para él mismo. Decir que preferimos un sueldo bajo a uno alto equivaldría a engañarnos, pues hemos nacido para ser ganadores y sobre todo felices. Sin embargo, no todo siempre sale a pedir de boca, no siempre se logra el éxito a la primera vez que lo intentamos, y esto puede causar un poco de frustración, tristeza, depresión, amargura y hasta envidia.
Es incongruente tener en nuestro haber esta negatividad que, sin darnos cuenta, nos destruye y hace de nosotros personas miserables, sin esperanza. Hasta llegamos a la autocompasión, ya que pensamos que somos las víctimas de la película y los demás son los villanos, y es en esta etapa cuando tratamos de encontrar defectos a nuestra “competencia” para justificar nuestra supuesta falta de éxito.
Lo cierto es que en vez de sentirnos mal porque aquella persona logró tal objetivo, deberíamos inspirarnos en él o ella, y es más, su éxito debe alentarnos y desafiarnos a ser más disciplinados, estudiosos con nosotros mismos. No se trata de opacar a nadie, como tampoco de sentirse inferior, porque esa persona tiene talentos tanto como tú y yo.
Ahora bien, usted se preguntará cómo evitarla. En primer lugar, debemos reconocer que se siente ese "recorrido" de envidia, y en el momento que la sentimos recorrer todo nuestro ser, es cuando debemos actuar de inmediato, antes de que sea demasiado tarde y se convierta en algo arraigado en nosotros.
Con palabras como:
- no sentiré envidia, al contrario, que Dios le siga bendiciendo. Yo también tengo talentos por explotar, y si hasta ahora no he tenido mucho éxito, ésta es la oportunidad perfecta para ponerme a trabajar. Y en el momento que sea el indicado, demostraré lo que soy y saldré airosa(o) con mis talentos,
- qué buen ejemplo tengo frente mío. Con perseverancia se puede llegar muy lejos, y con Dios de mi lado con mucha más razón. Tengo en la oración una fuente poderosa de energía y vitalidad,
- no desistiré, no sentiré autocompasión, y además, si tengo la oportunidad de ver este éxito es porque así lo quiso Dios. La vida me está diciendo ¿a qué esperas, por qué no pones tus talentos a ejercitarse?
Lo anterior solo es una muestra de lo que usted puede decirse para controlar esa envidia que desea crecer en su interior. Durante años me he compadecido a mí misma porque pensaba que no era hábil, inteligente, y hasta llegué a pensar que era muy tonta y sin talentos que me ayudaran a ser mejor. Pero el problema no eran mis talentos ni mucho menos lo supuestamente tonta que era, porque no lo era ni lo soy. Al contrario, tengo tantos como usted y toda la humanidad.
Se ha visto en todo el mundo a personas con habilidades diferentes que no sienten esa autocompasión que muchos de nosotros sentimos; esas personas son un claro ejemplo de que sí se puede ser exitoso(a), y que todo estriba en ser perseverante, disciplinado y decidido a hacer lo que sabemos hacer.
La envidia no ayuda a nada, al contrario, lo que hace es estancarte y hacerte perder tiempo. No te dejes engañar, tú puedes lograr todo lo que te propongas; solo sé perseverante, disciplinado y ten fe en que Dios no fue injusto en darte esos bellos dones, y tampoco seas injusto contigo mismo.
Levántate y tras un fracaso que venga la lucha.
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