El ser humano es propenso a desear lo bueno, lo excelente, lo conveniente para él mismo. Decir que preferimos un sueldo bajo a uno alto equivaldría a engañarnos, pues hemos nacido para ser ganadores y sobre todo felices. Sin embargo, no todo siempre sale a pedir de boca, no siempre se logra el éxito a la primera vez que lo intentamos, y esto puede causar un poco de frustración, tristeza, depresión, amargura y hasta envidia.
Así es, la envidia hace su aparición cuando de pronto vemos al prójimo resurgir, a veces, desmesuradamente, y nosotros no. La envidia, según la Real Academia Española, es la tristeza o pesar por el bien ajeno. Tristeza que es sumamente destructiva, ya que daña nuestra autoestima, autoconfianza, talentos...
Es incongruente tener en nuestro haber esta negatividad que, sin darnos cuenta, nos destruye y hace de nosotros personas miserables, sin esperanza. Hasta llegamos a la autocompasión, ya que pensamos que somos las víctimas de la película y los demás son los villanos, y es en esta etapa cuando tratamos de encontrar defectos a nuestra “competencia” para justificar nuestra supuesta falta de éxito.
Lo cierto es que en vez de sentirnos mal porque aquella persona logró tal objetivo, deberíamos inspirarnos en él o ella, y es más, su éxito debe alentarnos y desafiarnos a ser más disciplinados, estudiosos con nosotros mismos. No se trata de opacar a nadie, como tampoco de sentirse inferior, porque esa persona tiene talentos tanto como tú y yo.
Ahora bien, usted se preguntará cómo evitarla. En primer lugar, debemos reconocer que se siente ese "recorrido" de envidia, y en el momento que la sentimos recorrer todo nuestro ser, es cuando debemos actuar de inmediato, antes de que sea demasiado tarde y se convierta en algo arraigado en nosotros.
Con palabras como:
- no sentiré envidia, al contrario, que Dios le siga bendiciendo. Yo también tengo talentos por explotar, y si hasta ahora no he tenido mucho éxito, ésta es la oportunidad perfecta para ponerme a trabajar. Y en el momento que sea el indicado, demostraré lo que soy y saldré airosa(o) con mis talentos,
- qué buen ejemplo tengo frente mío. Con perseverancia se puede llegar muy lejos, y con Dios de mi lado con mucha más razón. Tengo en la oración una fuente poderosa de energía y vitalidad,
- no desistiré, no sentiré autocompasión, y además, si tengo la oportunidad de ver este éxito es porque así lo quiso Dios. La vida me está diciendo ¿a qué esperas, por qué no pones tus talentos a ejercitarse?
Lo anterior solo es una muestra de lo que usted puede decirse para controlar esa envidia que desea crecer en su interior. Durante años me he compadecido a mí misma porque pensaba que no era hábil, inteligente, y hasta llegué a pensar que era muy tonta y sin talentos que me ayudaran a ser mejor. Pero el problema no eran mis talentos ni mucho menos lo supuestamente tonta que era, porque no lo era ni lo soy. Al contrario, tengo tantos como usted y toda la humanidad.
Se ha visto en todo el mundo a personas con habilidades diferentes que no sienten esa autocompasión que muchos de nosotros sentimos; esas personas son un claro ejemplo de que sí se puede ser exitoso(a), y que todo estriba en ser perseverante, disciplinado y decidido a hacer lo que sabemos hacer.
La envidia no ayuda a nada, al contrario, lo que hace es estancarte y hacerte perder tiempo. No te dejes engañar, tú puedes lograr todo lo que te propongas; solo sé perseverante, disciplinado y ten fe en que Dios no fue injusto en darte esos bellos dones, y tampoco seas injusto contigo mismo.
Levántate y tras un fracaso que venga la lucha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario