Lo que sí debemos hacer es confesar nuestros pecados: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). Es importante que La Escritura, y en especial este verso, no menciona el pedir perdón a Dios. En ninguna parte de la Escritura se enseña que los creyentes en Cristo deban pedir perdón a Dios. Lo que 1 Juan 1:9 nos dice que hagamos es “confesar” nuestros pecados a Dios. La palabra “confesar” significa “estar de acuerdo con.” Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, nosotros concordamos con Dios que hicimos mal, que hemos pecado. Dios nos perdona a través de la confesión, sobre la constante base del hecho de que Él es “fiel y justo.” ¿De qué modo es Dios “fiel y justo?” Él es fiel al perdonar los pecados, cosa que Él había prometido hacer por todos aquellos que reciben a Cristo como Salvador. Y Él es justo al aplicar el pago de Jesucristo por nuestros pecados, reconociendo que los pecados ya han sido expiados.
Bien, sin embargo 1 Juan 1:9 indica de cierto modo que el perdón depende de que nosotros confesemos nuestros pecados a Dios. ¿Cómo funciona esto, si todos nuestros pecados son perdonados en el momento de recibir a Cristo como Salvador? Pues parece que lo que el apóstol Juan está describiendo en este versículo es el perdón “por relación.” Veamos, todos nuestros pecados son perdonados “posicionalmente” en el momento que recibimos a Cristo como Salvador. Este perdón “posicional” garantiza nuestra salvación y nos promete un hogar eterno en el Cielo. Cuando estemos ante Dios, después de la muerte, Dios no nos negará la entrada al Cielo por nuestros pecados. Este es el perdón “posicional”. Ahora bien, el concepto de perdón “por relación” está basado en el hecho de que cuando pecamos, ofendemos a Dios y contristamos a Su Espíritu; Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (Efesios 4:30). Aunque Dios ya nos ha perdonado todos los pecados que hayamos cometido, aún así esto conlleva un bloqueo u obstáculo de nuestra relación con Dios. Un joven que peca contra su padre no es echado de la familia. Un padre piadoso perdonará a su hijo incondicionalmente. Y al mismo tiempo, no puede alcanzarse una buena relación entre el padre y el hijo, si esa relación no es restaurada. Esto sólo puede ocurrir cuando el hijo confiesa sus errores a su padre, y se disculpa. Esto es por lo que confesamos nuestros pecados a Dios... no para mantener nuestra salvación, sino para regresar a la íntima relación con el Dios que nos ama, y que ya nos ha perdonado.
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