En los desiertos Dios no solo prueba la fe, además pone a prueba todo lo que somos para ser mejores cada día. En las pruebas siempre estamos pidiéndole a Dios que responda a nuestras peticiones, pero nosotros no respondemos a las que Él nos hace a diario a través de su palabra.
Las pruebas se basan en esperar, tener confianza y fe, pero estamos a la expectativa de lo que Dios nos va a dar o de lo que pase a nuestro alrededor, y no tenemos en cuenta lo que pasa dentro de nosotros y lo que tenemos que dar.
Buscamos primero el cambio en las circunstancias externas, poniendo nuestra confianza en ellas, creyendo que eso nos va hacer cambiar para bien lo que llevamos dentro. Pero el trabajo de Dios en nuestra vida es totalmente a la inversa; el cambio comienza desde adentro y luego se ve reflejado en el exterior. Esta es una de las claves de los desiertos, que así como pedimos provisión, también pidamos revelación de qué es lo que Dios quiere que dejemos en ese desierto, para que al llegar a la tierra prometida no llevemos la basura.
¨No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.¨ Filipenses 4:11-12 (RVR1960).
Existen muchas personas en las que toda su vida ha sido un eterno desierto, nunca han salido de ellos aun conociendo de Dios. Pero el problema está en que no han aprendido o no se han dejado enseñar por Dios; así como cuando estamos en la universidad en una clase difícil en la que no prestamos atención, no estudiamos, no aprendemos, perdemos el semestre y nos toca repetirlo; y ahí nos quedamos hasta que saquemos una calificación satisfactoria, poniendo en práctica lo aprendido. Pues resulta que, si queremos terminar la carrera, debemos superarlo.
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