sábado, 4 de marzo de 2017

La fe del centurión

¿Cómo te sientes cuando sabes que Jesús sana a alguien, y esa persona que fue sanada por Dios, le empieza a dar la gloria a alguien o algo más?
Di la Palabra
A veces nos topamos con esta situación y nos produce una cierta... inquietud. Cuando la persona recibe el milagro que estaba buscando de parte de Dios, solemos pensar que ése será el momento en que conocerá a Dios de una forma personal. Que esa situación difícil por la que pasó o está pasando, le permitirá conocer el poder de Dios al recibir el milagro. Muchas veces tenemos la oportunidad de interceder en oración por alguien en necesidad, y cuando Dios responde con una sanidad o un milagro, le damos las gracias por permitirnos saber que Él obró. Así como Jesús permitió a sus discípulos ver tantos milagros, igualmente nos permite a nosotros sus discípulos verlos ahora. Aunque sabemos de sobra que andamos por fe y no por vista, es una delicia poder contemplar todo lo que Jesús va haciendo en nuestra vida y la de los demás.
Pero veamos lo que pasó cuando el centurión, un soldado romano que ni siquiera era creyente o discípulo de Jesús, le pidió al Señor que sanara a su criado, y por su fe, Jesús lo sanó.
Y cuando entró Jesús en Capernaúm se le acercó un centurión suplicándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, sufriendo mucho. Y Jesús le dijo: Yo iré y lo sanaré. Pero el centurión respondió y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra y mi criado quedará sano. ….. Entonces Jesús dijo al centurión: Vete; así como has creído, te sea hecho. Y el criado fue sanado en esa misma hora. Mateo 8:5-13
El centurión conocía el Poder de Jesús, sabía que no era necesario que Jesús estuviera físicamente presente con el hombre para sanarlo. El centurión sabía que una sola palabra que dijera Jesús, sería suficiente para que su criado sanara. El soldado romano sabía del PODER de la Palabra de JESÚS. Una sola Palabra de Jesús diciendo: “Hombre, sé sanó, levántate y anda”, aunque a larga distancia, sería suficiente para que el criado sanara. Esa era la fe del centurión; ni siquiera era un seguidor de Jesús, como tampoco era un religioso fariseo, era un soldado que estaba bajo la autoridad de Dios, y también tenía hombres bajo su autoridad. Comprendía lo que era estar en autoridad y bajo autoridad…  y reconocía la Autoridad de Jesús.
Lo que más llama la atención es que el criado fue sanado en esa misma hora y ni siquiera supo cómo fue su sanación. Así que no se levantó para darle las gracias y la gloria a Jesús. Él no pudo dar testimonio de quién es el Médico de médicos. En este pasaje lo único que sabemos es que por la fe del centurión, el siervo fue sanado por JESÚS. El soldado intercedió por su criado, y él SÍ supo que Jesús lo había sanado. El centurión le dio todo el honor y la gloria a ÉL, sin importar si el criado se había dado cuenta de que Jesús había sido quien lo sanó, y además, a larga distancia.
¿Has intercedido por alguien en oración, sabes que Jesús hizo el milagro,... y cuando te gustaría que la persona reconociera a Jesús en su vida, te decepcionas al escuchar que la persona le da la gloria a algo o alguien más? El centurión supo que Jesús había hecho el milagro, y eso le bastó. No vemos al centurión interesado en que su criado supiera que Jesús fue quien lo sanó. Que nos baste a nosotros saber que JESÚS es quien merece todo el honor y la gloria por todas las bendiciones que recibimos de Él. Si los demás no lo reconocen, eso será entre Dios y ellos. Nosotros sigamos intercediendo en oración y veamos el Poder y la Palabra de Dios obrando en nuestras vidas y en las demás personas por las que el Señor nos da el privilegio de orar.
Sigamos intercediendo por los demás porque nuestras oraciones no son en vano. Sabemos que al final, toda rodilla se doblará y confesará que Jesús ES el Salvador, Sanador y Señor.
Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos.
Gálatas 6:9

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