Perdonar a alguien que te maltrató, robó, que abusó de ti, que mató o que hizo cosas demasiado malignas, destrozando tu corazón y sentimientos, no parece justo. Pero cuando escoges perdonar lo haces más bien por tu salud emocional y física. Porque cuando no lo haces, estás permitiendo, sin querer, que esa persona siga robando, absorbiendo y destrozando tu vida.
Quizá esa persona esté arrepentida o tal vez no haya ni una pizca de arrepentimiento en él o ella. Pero si quieres liberarte de ese peso incómodo y horrible, debes perdonar. Y eso no quiere decir que te hagas super-amigo, íntimo o que confíes plenamente en esa persona de nuevo. Quiere decir que quieres paz y armonía para ti.
Solo y por tus propias fuerzas no lo vas a logras. Necesitas apoyo o ayuda del único que es experto en perdonar cualquier cosa y que sufrió llevando el pecado del mundo sobre sus propios hombros. ¡Necesitas la intervención de Jesús en tu vida! Porque solo Jesús, con su santo amor, puede impregnarnos de esa misma esencia y grato perfume. Acudimos a Él, clamamos desesperados y le oramos citando el Padre Nuestro. “Y perdona nuestras ofensas como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden”. Y Él, con su infinita misericordia y bondad, nos perdona, rescata y restaura.
Hoy puedes tomar la decisión de renacer mediante el proceso del perdón. Porque así como el amor es una decisión, el hecho de perdonar envuelve también una decisión. Tú puedes elegir qué sentir y cómo canalizar las emociones que en estos momentos estás sintiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario