sábado, 18 de febrero de 2017

El Perdón: Más allá de nuestras heridas

El diccionario nos dice que perdonar es “no tener en cuenta la ofensa o falta que otro ha cometido; librar a alguien de una obligación o castigo”. Es cuando decides obviar la falta que alguien cometió contra ti. Cuando se sufre una herida en nuestro corazón que es causada por personas cercanas a nosotros, se nos hace difícil perdonar. Sin embargo, el único camino correcto para poder sanar y ser liberados de ese dolor es perdonando. Este proceso no es fácil, y a veces puede tardar mucho. Mas cuando permitimos que el rencor, la amargura y el odio se aniden en el alma, entonces es mucho peor aún. Si queremos ser seres infelices y vivir la vida a medias o incompleta, lo logramos no perdonando. Pero qué triste es vivir airados, peleados, en iras y contiendas que nada bueno aportan a nuestro interior.
Perdonar a alguien que te maltrató, robó, que abusó de ti, que mató o que hizo cosas demasiado malignas, destrozando tu corazón y sentimientos, no parece justo. Pero cuando escoges perdonar lo haces más bien por tu salud emocional y física. Porque cuando no lo haces, estás permitiendo, sin querer, que esa persona siga robando, absorbiendo y destrozando tu vida.
Quizá esa persona esté arrepentida o tal vez no haya ni una pizca de arrepentimiento en él o ella. Pero si quieres liberarte de ese peso incómodo y horrible, debes perdonar. Y eso no quiere decir que te hagas super-amigo, íntimo o que confíes plenamente en esa persona de nuevo. Quiere decir que quieres paz y armonía para ti.
Solo y por tus propias fuerzas no lo vas a logras. Necesitas apoyo o ayuda del único que es experto en perdonar cualquier cosa y que sufrió llevando el pecado del mundo sobre sus propios hombros. ¡Necesitas la intervención de Jesús en tu vida! Porque solo Jesús, con su santo amor, puede impregnarnos de esa misma esencia y grato perfume. Acudimos a Él, clamamos desesperados y le oramos citando el Padre Nuestro. “Y perdona nuestras ofensas como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden”. Y Él, con su infinita misericordia y bondad, nos perdona, rescata y restaura.
Hoy puedes tomar la decisión de renacer mediante el proceso del perdón. Porque así como el amor es una decisión, el hecho de perdonar envuelve también una decisión. Tú puedes elegir qué sentir y cómo canalizar las emociones que en estos momentos estás sintiendo.

Señor, cada día Tú extiendes tus manos y nos perdonas. Aún cuando cometemos muchas faltas, errores y pecados, decides sepultarlos en lo más profundo de la mar y no recordarlos. En estos momentos te pido que deposites en mí un amor tan grande, que sea capaz de perdonar a los que me hacen daño, para que yo pueda vivir en libertad y sin sentir cargas pesadas dentro de mí. Sé que con mis fuerzas no puedo, pero si Tú estás en mi corazón, por difícil que parezca lo lograré. Quebranta mi orgullo, hazme ser receptiva a lo que quieras enseñarme y mostrarme. En el nombre de tu hijo Jesús, amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario