lunes, 23 de enero de 2017

Cerca de Jesús es donde quiero estar

Desde el mismo pecado original se perdieron muchas cosas: se perdió inocencia, transparencia, bondad, seguridad, identidad, razonamiento, sentimientos, emociones, etc. Pero lo más grande que se perdió fue la relación personal e íntima con Dios. 
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. (Génesis 3:8).
 
Todos los hombres tenemos la necesidad imperiosa dentro de nuestras almas, de encontrar una relación de amistad pura, de comunión con otra alma, de amor sublime, de sintonía perfecta con alguien.  
Queremos saciar nuestra sed de relación a sin considerar el precio. Anhelamos compañerismo, lealtad..., desesperadamente queremos unirnos a alguien en este mundo pasajero y terrenal.
Soñamos con poder llevar a cabo una danza con alguien, con quien acoplarnos de una manera tan bella, que pudiéramos danzar con ella por toda la eternidad.
Todos, en nuestra necedad (generada por el pecado original), buscamos encontrar esta relación en la pareja, con los hijos, con los hermanos de la iglesia, con el vecino. Quizá en el grupo familiar, con el amigo, o incluso podemos caer en la trampa crucial de buscar esa alma gemela en el pastor de nuestra iglesia local, o con los hermanos de la iglesia.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua. (Jeremías 2:13).

Nuestro corazón debe aprender a saciar toda su sed solo en Jesús.
En ese instante glorioso de estar en la presencia del Señor, no hace falta nada más, ni comida, ni ropa, ni dinero, ni diversión, ni amigos, ni esposa, ni hijos, ni sexo e incluso a veces ni su voz. Nos basta con su silencio, porque desde ese mismo silencio se contacta con Dios, con el Salvador de nuestras almas.

¡Cuán fácil puede desaparecer este gozo! Un ruido de un teléfono, una persona que nos interrumpe, el sonido de la calle, etc. y de pronto toda esa presencia se desvanece y se va. 

¡Ah!, pero un día vamos a gozar por la eternidad de la presencia perfecta de Cristo. Allí ya no necesitaremos a nadie más, su presencia lo llenará todo y estaremos en medio de Su perfecta paz. Podremos entonces soñar con danzar con Él toda la eternidad.

¡Cerca de Jesús, es donde quiero estar!
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11:28). 
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27).

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