Le sorprendería saber cuánta información sobre sí mismo puede reflejar su rostro. Al trabajar en un aeropuerto, podía observar la gran cantidad de hombres y mujeres que pasaban al día por esa estación aérea. Había personas de todas las nacionalidades, culturas y edades. Aquellos rostros reflejaban claramente la historia que había detrás de cada uno de ellos. Algunos tenían la frente marcada con el cincel del enojo acumulado en mucho tiempo; ¡llevaban la ira impresa en su semblante, como una estampa! Tenían los dientes tan apretados, que parecían no haber dejado escapar una sonrisa en largos años. La tristeza era la otra constante en otros rostros. En ellos, los párpados caían pesadamente, dando un marco completamente triste a unos ojos que apenas se veían entreabiertos. Con cada mirada dejaban escapar un poco de desánimo e impotencia ¡Ni el maquillaje podía disimular tanta desazón!
Leemos en (Éxodo 34:35) que la piel del rostro de Moisés resplandecía en la presencia del Señor. Ve tú ahora, mírate un instante al espejo y ... ¿qué refleja tu rostro? ¿Qué revela tu semblante? Recuerda que quien te ve tendrá mucha información acerca de ti, sin necesidad de que tú le hables. Tu mirada, indefectiblemente revelará las profundidades de tu alma. Tus sentimientos quedarán expuestos ¿Aflorará a tu semblante, la timidez? ¿Quedará en evidencia tu dolor, la frustración, o quizá la falta de perdón? Si tú no estás conforme con la imagen que te devuelve el espejo, ¡deja que Dios trate con tu corazón! No podrás arreglarlo con maquillaje; ¡no resultará!, porque solo “el corazón alegre, hermosea el rostro”(Proverbios 15:13). Atrévete a ser una “carta abierta”, portadora de “buenas noticias”…de ésas que da gusto recibir y deseamos leerlas una y otra vez. ¡Anímate, mi hermana, a lucir bella! Y tú hermano, a ser un hombre encantador, agradable, con un rostro resplandeciente como el de Moisés. No comiences el día sin que tu espejo te devuelva la imagen de:
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