Hace muchos, muchos años, una familia vivía feliz en una inmensa hacienda, dotada de abundante agua que alimentaba las extensas tierras que poseían y cultivaban, así como el incontable ganado que en paz pastaba por el vasto territorio. Los padres se esforzaban para dar la mejor enseñanza a sus dos hijos, que a medida que fueron creciendo lo hicieron adorando al Señor. En este proceso, uno de ellos permitió que en su corazón germinara el pecado de la envidia; luchó bastante para no sentir los impulsos que el mal provocaba en él, pero sin resultados. Lamentablemente, los padres no se percataron de lo que estaba sucediendo en su hijo, y ni mucho menos su hermano que disfrutaba con su compañía. Ambos servían al Señor junto a sus padres, hasta que cierto día se desató la tragedia. Aquél, que no había logrado dominar la envidia, mató a su otro hermano, instalándose en la familia el drama, la congoja y la incredulidad ante un acto tan violento.
No Matarás
Durante muchos años, en las naciones se discute si el hombre puede provocar la muerte de su prójimo. Hay, en la profundidad del ser humano, como criatura de Dios, la intención de no matar a su semejante, lo que ha motivado a muchos pueblos a incluir en sus legislaciones no aplicar la muerte como castigo por los delitos, pero no en todos. La sociedad vive a diario lamentando la muerte de muchas personas aunque, por lo profusamente difundido por la prensa, es posible el conocimiento de horribles crímenes, muy lejos de la voluntad de Dios Creador.
Por ejemplo, abrimos un periódico y leemos: “La policía incautó al sujeto un equipo estéreo musical, una medallita de la víctima, y dos encendedores. Según parece, se trata de un joven adicto. El muchacho declaró a las autoridades policiales que “no quise matarla”. Justificación dada, que refleja la condición moral del hombre, causante de levantar la mano homicida contra su prójimo.
Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 1a de Corintios 15:21; 1a de Corintios 15:26; 1a de Corintios 15: 55.
Lo que deben tener muy claro los hijos y las hijas de Dios Creador, es que la muerte es enemiga de Dios, lo que quiere decir que está muy lejos del corazón del Señor que alguno muera, no quiero la muerte del que muere, Ezequiel 18:32. El mandamiento “no matarás”, es de un amplio alcance. Sería totalmente contradictorio que Dios Creador avalara el asesinato de un hombre por otro hombre. La intención de matar a otro es la consecuencia del pecado en el corazón, es la ira en su máxima expresión, siendo Jesús su contradicción: El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10.
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