domingo, 13 de agosto de 2017

La Misericordia de Dios en la Enfermedad

La Misericordia de Dios

Porque su Misericordia es para siempre.
¿Está sufriendo?, este mensaje le enseñará a encontrar la solución a su problema, garantizando nuestro milagro. Esta es una de las grandes lecciones de la Biblia, enseñada por Dios por medio de un hombre que a pesar de sus faltas, siempre halló la manera de agradar a Dios.
Tenemos que aprender a clamar a Dios; veamos lo que le dice David a Dios en el Salmo 5:
Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. Salmo 5;1-3
El rey David, fue un ejemplo de pecador que supo agradar a Dios por medio de su arrepentimiento y su dependencia de Dios.

I. ¿Estamos en angustia?

Salmo 6:1 “Jehová, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira”.

David, un hombre muy sabio, siempre recurría a Dios cuando estaba en angustia, porque él sabía que “Dios es un Dios que oye la oración. Siempre ha sido así, y sigue como siempre dispuesto a oír la oración. El principio más alentador de la oración y el ruego más poderoso es mirarlo a Él como nuestro Rey y nuestro Dios”.
Entonces nos preguntamos:

II. ¿Qué es lo primero que tenemos que hacer?

Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen. Mi alma también está muy turbada; y tú, Jehová, ¿hasta cuándo? Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; Sálvame por tu misericordia”. Salmo 6;2-3
la misericordia de dios, enfermedad,sufrimientoTenemos que orar a Dios por nuestra ayuda. Ahora bien: ¿qué es orar? Es: Suplicar, implorar, rogar.
Cuando estamos en el hoyo más profundo, en la angustia, en lo más profundo de la enfermedad, cuando nuestras fuerzas se han desvanecido, solo nos queda un recurso, y es lo que nos enseña el rey David, y grandes hombres de la Biblia e incluso nuestro Señor Jesucristo en sus momentos más difíciles. Él se levantaba muy temprano, y se iba aparte de sus discípulos para hablar con el Padre. Hay un momento crucial en la vida de Jesús, cuando la situación era tan difícil en su lucha contra sus enemigos los fariseos y los doctores de la ley, en el que Él se retira en privado a orar para seguir adelante. (Marcos  3:6 “Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle)”.
Entonces los fariseos salieron, e inmediatamente, en consulta con los herodianos, comenzaron a tomar consejo en su contra, para ver cómo podrían destruirlo. Los fariseos no sólo abandonaron la sinagoga; lo hicieron malhumorados. Estaban furiosos (Lucas 6:11). El hecho de que un lisiado hubiese sido liberado de su grave impedimento no les afectó en lo más mínimo. No se alegraron por este hombre, ni les produjo una actitud amistosa hacia el sanador. Lo que les molestó fue que ellos y su tradicionalismo hubiesen sufrido una humillante vergüenza, o derrota, ante los ojos de toda la concurrencia. ¡Qué inmensa diferencia entre el enojo de Cristo, totalmente desinteresado (Marcos 3:5) y su resentimiento totalmente egoísta! Además aquellos hombres no perdieron tiempo para planear la destrucción de su adversario. De inmediato comenzaron sus intrigas, eligiendo como secuaces —increíblemente— a los muy impíos y mundanos partidarios de Herodes Antipas y su familia. ¡Una extraña alianza entre los santurrones y los sacrílegos! (véase también 12:13 y Mateo. 22:16).
No obstante, un poco de reflexión bien puede conducir a la conclusión de que aquella impía asociación no era tan extraña. La vida y las enseñanzas de Jesús encerraban una denuncia de la mundanalidad, y, por lo tanto, del modo de vida que caracterizaba a los herodianos”.

III. David nos da una muestra de cómo debemos clamarle a Dios.

Salmos 6:5-7 “Porque en la muerte no hay memoria de ti; en el Seol, ¿quién te alabará? Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas. Mis ojos están gastados de sufrir; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
Versos 1-7. Estos versículos hablan el lenguaje de un corazón verdaderamente humillado, de un espíritu quebrantado y contrito bajo grandes aflicciones, enviadas para despertar la conciencia y mortificar la corrupción. La enfermedad le trajo a su memoria el pecado y lo consideró como señal del desagrado de Dios. La aflicción de su cuerpo sería tolerable si tuviera consuelo en su alma. La queja más dolorosa de Cristo en sus padecimientos, fue la aflicción de su alma y la falta de la sonrisa de su Padre.
Solamente en el dolor nos volcamos a Dios, y sufrimos una transformación interior que renueva nuestra confianza en Dios. Es cuando llegamos a la conclusión que solo Dios es la respuesta a nuestra situación.  En esta situación se nos abre la mente y el corazón, y es cuando somos capaces de orar de corazón y poder comprender que si es voluntad de Dios, y si Él aún tiene alguna obra para que nosotros hagamos por nuestros amigos o familiares y podamos llegar a servirle aún; y podamos hacer algo en este mundo, porque hemos sido transformados en verdaderos hijos de Dios y nos salve la vida y que el poder estar con Cristo es lo más dichoso para los santos, pero mientras estemos en la carne es más provechoso para la iglesia, o sea para para poder servir a nuestros semejantes.

IV. Es entonces cuando somos transformados.

Salmos 6:8-10 “Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad; porque Jehová ha oído la voz de mi lloro. Jehová ha oído mi ruego; ha recibido Jehová mi oración. Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos; se volverán y serán avergonzados de repente”.
Este es el objetivo principal del sufrimiento, llegar a comprender el verdadero propósito de Dios en nuestra vida, el por qué del sufrimiento, que nos hacer amarlo por su grandeza, amor y misericordia, y llegar a aceptar amar a Jesús como verdadero Señor y salvador y no volver atrás; y pasarnos al lado de los ganadores.
 Versos 8-10. ¡Qué súbito cambio hay aquí! Habiendo dado a conocer su pedido a Dios, el salmista está confiado en que su pena se convertirá en gozo. Por la obra de la gracia de Dios en el corazón, él sabe que su oración es aceptada y no duda que será contestada a su debido tiempo. Sus oraciones serán aceptadas, viniendo de las manos de Cristo el Mediador. La oración elevada a Dios, el Juez justo, como Dios de su justicia, el cual iba a defender su causa e iba a enderezar sus errores. El creyente puede ir a Dios como Dios justo, por medio de la sangre y la justicia de Cristo, y rogarle perdón y limpieza, porque Él es fiel y justo de darlas. Ora por la conversión de sus enemigos, o anuncia su destrucción.
Si usted todavía no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador personal, este es el momento para hacerlo, solamente tiene que abrir su corazón y hacerlo el Señor de su vida.

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