La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. Juan 14:27
Una amiga me
dijo que, durante años, había buscado paz y felicidad. Junto a su esposo,
estableció un negocio exitoso y pudo comprar una casa grande, ropa elegante y
joyas costosas. Sin embargo, ni estas posesiones ni su amistad con personas
influyentes pudieron satisfacer su anhelo de paz interior. Entonces, un día,
cuando se sentía deprimida y desesperada, una amiga le contó la buena noticia de
Jesús. Así descubrió al Príncipe de paz, y su comprensión de la paz verdadera
cambió para siempre.
Después de cenar por última vez con sus amigos (Juan 14), Jesús les habló de
esta paz, al prepararlos para lo que pronto sucedería: su muerte, su
resurrección y la venida del Espíritu Santo. Al describir una paz distinta a
cualquier cosa que el mundo pueda dar, Él quería que descubrieran cómo encontrar
una sensación de bienestar en medio de las dificultades.
Más adelante, cuando el Jesús resucitado se les apareció a los aterrados discípulos, los saludó, diciendo: «Paz a vosotros» (Juan 20:19). Ahora podía ayudarlos (y ayudarnos) a entender cómo descansar en lo que Él hizo por nosotros. A medida que lo hacemos, descubrimos una seguridad mucho mayor que nuestros sentimientos tan cambiantes.
Más adelante, cuando el Jesús resucitado se les apareció a los aterrados discípulos, los saludó, diciendo: «Paz a vosotros» (Juan 20:19). Ahora podía ayudarlos (y ayudarnos) a entender cómo descansar en lo que Él hizo por nosotros. A medida que lo hacemos, descubrimos una seguridad mucho mayor que nuestros sentimientos tan cambiantes.
Padre celestial, Tú nos guardas en completa paz. Ayúdanos a confiar siempre en ti, nuestra Roca eterna.
Jesús
vino a traer paz a nuestras vidas y nuestro mundo.
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