domingo, 7 de mayo de 2017

Un joven trabajador

«Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo la obra del que me envió; viene la noche cuando nadie puede trabajar». Juan 9: 4, NBD

La vida de Cristo demuestra a todo joven, que una vida de trabajo y obediencia favorece la formación de un buen carácter moral, principios firmes, fortaleza de propósito, conocimientos sólidos y elevados logros espirituales.
Imagen relacionadaEn la vida laboriosa de Cristo, no había momentos de ocio que invitaran a la tentación. No había horas inactivas que prepararan el camino para las compañías malsanas. En cuanto le era posible, cerraba la puerta al tentador. Ni la ganancia ni el placer, ni los aplausos ni la censura, podían inducirlo a consentir un acto pecaminoso. El Señor Jesús era juicioso para discernir el mal, y fuerte para resistirlo. 
La mayoría de los jóvenes de hoy manifiesta amor por los entretenimientos excitantes que son nocivos para un óptimo desarrollo físico e intelectual. Estos entretenimientos malogran la serenidad y tienden a provocar desequilibrio emocional, puesto que la mayor parte del tiempo la mente está sobreexcitada; y poco después resulta intoxicada por las diversiones que desea, lo cual la incapacita para la reflexión profunda y el estudio.
En cambio, el Salvador no quería ser deficiente ni siquiera en el manejo de las herramientas. Fue excelente como obrero, como lo fue en carácter, y con su ejemplo, nos enseñó que es nuestro deber ser laboriosos, y que nuestro trabajo ha de cumplirse con exactitud y esmero, pues hacerlo así es honorable.
El oficio que enseña a la gente a ser útil, y prepara a los jóvenes para llevar sus responsabilidades en la vida, proporciona vigor físico y desarrolla la facultad humana.
Dios nos asignó el trabajo como una bendición, y solamente el obrero diligente halla en él el verdadero sentido y el gozo de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario