viernes, 5 de mayo de 2017

Solo un toque

Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: —Quiero, sé limpio.
Y al instante su lepra desapareció. Mateo 8:3
A Kiley le encantó la idea de ir a una zona remota de África oriental para ayudar en una misión médica, pero estaba intranquila. No tenía experiencia médica. Aun así, podía proporcionar primeros auxilios.
Mientras estaba allí, conoció a una mujer con una enfermedad espantosa pero curable. La pierna deformada de la mujer la impresionaba, pero Kiley sabía que tenía que hacer algo. Mientras le limpiaba y vendaba la pierna, su paciente empezó a llorar. Preocupada, Kiley le preguntó si la estaba lastimando. «No, respondió. Es la primera vez que alguien me toca en nueve años».
La lepra es una enfermedad que hace que sus víctimas sean repulsivas para los demás, y en la antigua cultura judía había pautas estrictas para evitar su contagio. Sobre el leproso, la ley declaraba: «habitará solo; fuera del campamento será su morada» (Levítico 13:46).
Por eso es tan increíble que un leproso se acercara a Jesús para pedirle: «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mateo 8:2). «Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio» (verso 3).
Al tocar la pierna enferma de esa mujer solitaria, Kiley empezó a mostrar el amor valiente de Jesús; ese amor que tiende puentes. Un solo toque marcó la diferencia.

Señor, quiero expresar el amor valiente que demostraste al caminar sobre esta Tierra.
¿Qué pasaría si superamos el temor y permitimos que Dios nos utilice?

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