jueves, 11 de mayo de 2017

Seguro de vida

“Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.” Romanos 5:17
(Nueva Traducción Viviente).
Estando en mi luna de miel, el Señor nos sorprendió, a mi esposa y a mí, al alquilar un automóvil de lujo. Deportivo, color plateado, descapotable y asientos de piel. El sueño de todo hombre. Cuando lo comencé a conducir me sentía como un niño con un juguete nuevo. Conduciendo hacia Key West, en Florida, no le podíamos pedir nada más a nuestro Dios. Paisajes incomparables recorriendo una carretera que está construida sobre el mar, nubes inmensas demostrando la majestuosidad de Dios, aves que solo se ven en ese sitio, canciones cristianas en el CD estéreo, y por supuesto, un par de enamorados deleitándose.

Arlene y yo llegamos a una playa hermosa. Estuvimos ahí un rato y después tomamos el camino hacia la salida, cuando vi unos pelícanos que llamaron mucho mi atención. Paré el automóvil al lado del camino y los observé. Después de no dejar pasar ese espectáculo visual, arranqué el coche y avancé, seguido de un sonido escalofriante ¡Crrrrshshss!; choqué contra una roca la parte delantera del flamante vehículo. Mi primer pensamiento fue: se acabó el dinero para el resto de la luna de miel. Al alquilar el automóvil había pagado también un seguro, aunque lo normal es pagar un deducible por si acaso hay algún accidente. Y al hacer cuentas mentales comencé a preocuparme.
Al día siguiente, mi amada y yo oramos al Señor para que nos ayudara, y más considerando que estábamos en nuestra luna de miel, lejos de nuestro país. Llegamos a la agencia de coches y les mostré el daño que le había hecho al automóvil. Comenzaron a tomarle fotos y me pidieron que me acercara. Fui hacia la encargada, quien tenía una carpeta en sus manos, y... ¡hasta aquí llegaste Richy! - pensé. Pero para mi sorpresa, la señorita dijo: se puede ir, su seguro lo cubre todo. ¿No tengo que pagar nada?, pregunté. Y ella respondió. Así es, ¡nada!
Mi Dios sabía que iba a tener un accidente y por eso me indujo a contratar un seguro que me librara de pagar cualquier cantidad de dinero. Al salir de ese lugar me pude ir tranquilo a seguir en nuestras vacaciones.
Lo descrito anteriormente me hizo reflexionar acerca de otro seguro que el creyente tiene: la gracia de Jesús. Cuando una persona nace de nuevo, Dios le extiende Su gracia como seguro de vida, pues el Todopoderoso sabe que habrá ocasiones en las que el creyente pudiera caer; en fin, estar más cerca de ser condenado. Pero Él extiende Su amor para evitar que toquemos el suelo. Cuando un creyente peca, éste debe confesar su pecado y mostrar voluntad de buscar un arrepentimiento genuino, pero jamás deberá llenarse de culpa o sentir temor de perder lo que Dios ya le ha dado. Esto sería menospreciar la gracia y misericordia de Dios.

Un creyente no debe vivir con miedo a equivocarse o esperando castigo de parte de Dios cada vez que se equivoca, sino “conducir seguro por la vida” con el seguro de la gracia de Dios. Pues las Escrituras dicen:
“En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.” 1 Juan 4:18 (Nueva Versión Internacional)
Dios te ha dado un flamante y nuevo corazón para que, con la ayuda de Jesús, lo uses. Pero no solo eso, Él te ofrece el seguro para guardarlo y hacerlo mejor cada vez. Descansa en Jesús y Su obra completa de la Cruz para tu vida.

Hoy lo sabes, tienes un seguro de vida que jamás te fallará: Jesucristo.

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