miércoles, 24 de mayo de 2017

¿Por qué dormís?

Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. Lucas 22:45-46
Jesús acostumbraba a retirarse a Getsemaní, un huerto ubicado al este de Jerusalén. Este lugar ha quedado grabado en la memoria de los cristianos: allí Jesús estuvo muy triste, fue traicionado y detenido. Allí, en medio de intensas oraciones, más allá de lo que podamos comprender, Jesús aceptó ir a la cruz y derramar “su vida hasta la muerte” (Isaías 53:12).
Jesús tomó consigo algunos de sus compañeros para que estuviesen con él y orasen. Luego se alejó y, solo con su Dios, oró: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Ningún discípulo comprendió la intensidad de ese combate espiritual, sin embargo Jesús les había dicho: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” (Mateo 26:38).
Cristianos, pensativos y admirados nos quedamos ante tal tristeza y tales sufrimientos… El combate del Señor nos hace sentir el horror que Dios tiene al pecado, y la grandeza de su amor.
Según las profecías, el Salvador fue dejado solo, no tuvo ningún consolador (Salmo 69:20). Los discípulos se durmieron de tristeza. Jesús no les hizo ningún reproche, solo les dijo: “¿Por qué dormís?”. Luego los animó, como lo hace con nosotros: “Levantaos, y orad para que no entréis en tentación” (Lucas 22:46). El sueño espiritual equivale a los momentos, a los días que el cristiano pasa lejos de Cristo. Son ocasiones propicias para que la tentación nazca en nuestro corazón.

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