miércoles, 17 de mayo de 2017

Minorías frente a mayorías

En agosto del año pasado, salíamos mi padre y yo del hotel “Gran Vía Tryp”, situado en la calle que se llama también así, Gran Vía, en Madrid, España.
Resultado de imagen de Minorías frente a mayoríasUn caluroso día y un sol tan radiante que teníamos que usar una mano como visera para detener la intensidad de la luz, nos castigaban constantemente, obligándonos a mantenernos cabizbajos casi todo el tiempo mientras avanzábamos por la comercial y popular calle abarrotada de multitudes en ambas aceras. De vez en cuando desafiábamos al sol levantando la cabeza y en una de esas, alcanzamos ver el espectáculo que se presentaba.
Un estrafalario personaje caminaba por el medio de la calle en la que, valiéndose de un altavoz, gritaba a voz en cuello: “Libertad para los palestinos”. Iba solo, y tres periodistas con cámara, desde diferentes puntos, recogían las imágenes que posteriormente saldrían en algún noticiero de la televisión nacional, acompañándolas de los ajenos transeúntes, incluyéndonos a nosotros que accidentalmente pasábamos por allí, para dar a entender al mundo, que miles de personas desfilaban sumados a la misma consigna, cuando realmente se trataba a lo máximo de cinco personas entre manifestantes y técnicos. El resto no era otra cosa que curiosos o gente de paso.
¿Qué pasó con la inmensa mayoría congregada en aquel lugar? Nada, allí estábamos disfrutando en plenitud del libre albedrío que Dios nos dio, para hacer cada uno lo que estimara conveniente, mientras la minoría seguía estrictamente las directrices de su régimen disciplinario. Nadie gritó siquiera: -¡ustedes son unos locos!. -No, claro que no, lo mejor fue permanecer en silencio y así se evitaban problemas.
La famosa ordenanza por los derechos de los homosexuales, que en el fondo sabemos que su propósito es que en un futuro no muy lejano tengan privilegios afines con las personas civilizadas, alcanzó su triunfo por la pujanza de las minorías y al mismo tiempo, por la apatía de las mayorías.
Si usted, amigo, hubiera hecho una encuesta casa por casa un día antes de las votaciones, pensaría que sería revocada; pero la realidad fue otra. Las minorías salieron a votar mientras que las mayorías se dejaron llevar por su libre albedrío e hicieron cualquier cosa, menos salir a votar.
Hace pocos días me encontraba en un lugar público, y se me ocurrió contar las personas que en cierto modo se veían extravagantes, o sea, exageradas en las modas, con tatuajes poderosamente notables, aretes en lugares no comunes, etc., y al mismo tiempo, contaba los que aparentaban normales. La proporción era de diez a uno a favor de los normales.
No obstante, si usted miraba de manera global y no observaba detalladamente, se dejaría impresionar por la turbulenta minoría que lo llevaba a una errónea conclusión. 
Ciertamente no era así, las personas "normales", correctas, eran mucho más que las incorrectas, solo que la mayoría permanecía pasiva, dejando que la minoría llevara las riendas.
Si usted medita en las personas buenas que existen, en el sentido de la palabra bueno, comprobará que son muchos más que los malos, mas las malas acciones de estos malos se hacen notar mucho más que los buenos hábitos de los supuestos buenos.
Entonces, ¿quién propicia que prevalezca lo malo sobre lo bueno de una manera tan acelerada en estos últimos tiempos? Hay poderes ocultos que desconocemos, a veces por ignorancia, otras por comodidad, y debido a nuestro libre albedrío, podemos pensar en que es poco preocupante. Estos poderes trabajan con una minoría activa, porque la mayoría está muerta y no ofrece resistencia. Entonces Dios, a pesar de ese libre albedrío que nos da, deja que pasen cosas para que nos activemos y nos levantemos contra lo malo.
Por ejemplo, cuando acontecieron los sucesos del niño Elián González, nos preguntábamos cómo era posible que Dios permitiera que lo devolvieran a Cuba, después de tantos sacrificios de su familia para que el niño viviera en libertad.
Bueno, pues la indignación que esto provocó en la comunidad hispana, hizo que muchos simpatizantes de la administración pasada no votara por ella esta vez. Nadie sospechaba los momentos que viviría el país a consecuencia del once de septiembre; pero Dios, que todo lo sabe, permitió que asumiera la presidencia un hombre obediente a su palabra para encausar la nación en los momentos más difíciles de su historia.
No estoy afiliado a ningún partido político, ni tampoco soy un analista de la política; pero no es necesario serlo para saber que el candidato perdedor no está a la altura de la situación actual.
El hecho de no tomar una posición vertical ante las cosas incorrectas y abominables para Dios, por el hecho de tener asumido el libre albedrío, es dar permiso a las minorías que piensen y actúen por las mayorías. El apóstol Pablo en su primera epístola a los corintios dijo: Todas las cosas me son lícitas, mas no todas me convienen, todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.” 1 Corintios 6:12.

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