miércoles, 17 de mayo de 2017

Esparcir semillas

Pero el que fue sembrado en buena tierra es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno. Mateo 13;23
Recibí un maravilloso email de una mujer que escribió: «Tu mamá fue mi maestra de primer grado en 1958. Nos hizo aprender el Salmo 23 y recitarlo frente a la clase, y a mí me desagradaba hacerlo. Sin embargo, fue el único contacto que tuve con la Biblia hasta 1997, cuando me entregué a Cristo. Entonces, los recuerdos de la Sra. McCasland volvieron como un torrente al releer el Salmo».
Jesús le contó a una gran multitud una parábola sobre un agricultor que sembró semillas que cayeron en distintos tipos de suelos: un suelo duro, uno rocoso, uno espinoso y uno fértil (Mateo 13:1-9). Aunque algunas semillas nunca crecieron, «el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno» (verso 23).
En los 20 años que mi madre enseñó en escuelas públicas, junto a la lectura, la escritura y la aritmética, desparramó semillas de bondad y el mensaje del amor de Dios.
El email de su antigua alumna terminaba así: «Por supuesto, he tenido otras influencias posteriores en mi andar cristiano, pero mi corazón siempre vuelve al Salmo 23 y a la dulzura de tu mamá».
Una semilla del amor de Dios que se planta hoy puede producir una impresionante cosecha.

Señor, hoy quiero que mi vida siembre buenas semillas en los que me rodean.
Nosotros sembramos; Dios produce la cosecha.

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