Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. Juan 16;13
Cuando subí al avión para ir a estudiar a una ciudad
lejana, me sentí nerviosa y sola. Pero durante el vuelo, recordé cómo Jesús les
prometió a sus discípulos la presencia consoladora del Espíritu Santo.
Los amigos de Jesús seguramente quedaron
desconcertados cuando Él les dijo: «Os conviene que yo me vaya» (Juan 16:7).
¿Cómo podían ellos, que habían presenciado sus milagros y aprendido sus
enseñanzas, estar mejor sin Él? Sin embargo, Jesús les dijo que, si se iba,
vendría el Consolador, el Espíritu Santo.
Cuando llegaron sus últimas horas en la Tierra, Jesús les
compartió algo a sus discípulos (en Juan 14–17, el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros) para ayudarlos a entender su
muerte y ascensión. Lo fundamental de esta conversación fue la venida del Espíritu
Santo, un consolador (14:16-17) que estaría con ellos (15:15), les enseñaría, testificaría (verso 26) y los guiaría (16:13).
Los que aceptamos la nueva vida que Dios nos ofrece,
recibimos este regalo de su Espíritu que mora en nosotros, nos convence de
pecado y nos ayuda a arrepentirnos. Este Consolador nos conforta cuando
sufrimos, nos fortalece para soportar las pruebas, y nos da sabiduría para
entender las enseñanzas de Dios, esperanza y fe para creer, y amor para
compartir.
Padre,
gracias por enviar a tu Hijo a salvarnos y a tu Espíritu a consolarnos.
El Espíritu
Santo llena a los seguidores de Jesús.
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