Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis. Juan 14;3
«No hay lugar como el hogar». Esta frase refleja el profundo anhelo de tener un lugar para descansar, para estar y al cual
pertenecer. Jesús habló de este deseo de echar raíces cuando, después de haber
cenado por última vez con sus amigos, mencionó su inminente muerte y
resurrección. Prometió que, aunque se iría, volvería a buscarlos. Además, les
prepararía un lugar… un lugar donde vivir. un hogar.Pudo hacer este lugar para ellos (y para nosotros) al cumplir con los requisitos de la ley de Dios, cuando murió en la cruz como el hombre sin pecado. Les aseguró a sus discípulos que, si se tomaba el trabajo de crear este hogar, por supuesto que volvería a buscarlos y no los dejaría solos. No tenían por qué temer ni preocuparse por sus vidas, ya fuera en la Tierra o en el cielo.
Podemos encontrar consuelo y seguridad en las palabras de Jesús, porque creemos y confiamos en que Él se nos adelantó para prepararnos un hogar celestial y que vivirá con nosotros (ver Juan 14:23). No importa en qué clase de lugar físico vivamos, que nuestro hogar está con Jesús, su amor nos sostiene y su paz nos rodea. Con Él, no hay lugar como el hogar.
Señor, si
alguna vez nos sentimos desamparados, recuérdanos que Tú eres nuestro hogar. Que
podamos compartir este sentido de pertenencia con los demás.
Jesús nos prepara un lugar para vivir eternamente.
Jesús nos prepara un lugar para vivir eternamente.
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