Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, pues él dijo: «No te desampararé ni te dejaré.» Hebreos 13:5
¿Te resulta más fácil tolerar el dolor teniendo un
amigo cerca? Se hizo un estudio fascinante para responder esta pregunta, y ver
cómo reaccionaba el cerebro frente a la posibilidad del dolor.
Los resultados fueron que cuando una
persona estaba sola o tomada de la mano de un extraño frente a una posible
turbación, las regiones del cerebro que procesan el peligro se encendían. Pero,
si estaba tomada de la mano de alguien de confianza, el cerebro se relajaba. La
presencia de un amigo era tan reconfortante que el dolor parecía más
tolerable.
Jesús necesitó el apoyo de sus amigos en Getsemaní.
Sabía lo que estaba a punto de enfrentar: la traición, el arresto y la muerte.
Les pidió a sus mejores amigos que se quedaran con Él, porque su alma estaba
«muy triste, hasta la muerte» (Mateo 26:38). Pero Pedro, Jacobo y Juan se
quedaron dormidos.
Jesús enfrentó la agonía del huerto sin el consuelo
de una mano a la que agarrarse. Pero, gracias a que soportó ese dolor, sabemos que
Dios nunca nos desamparará ni nos dejará (Hebreos 13:5). Jesús sufrió para que
nosotros no tuviéramos nunca que estar separados del amor de Dios (Romanos 8:39).
Su compañía hace que cualquier cosa que tengamos que sufrir sea más tolerable.
Jesús,
gracias por soportar la cruz por nosotros y permitirnos vivir en comunión con el
Padre.
Gracias al amor de Dios nunca estamos solos.
Gracias al amor de Dios nunca estamos solos.
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