jueves, 2 de marzo de 2017

Todo viene de Él

Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad». Filipenses 2:13
La noche avanza, y avanzan también sus pesadillas. Braulio no duerme así. Fantasmas imaginarios invaden su noche solitaria y la transforman en preámbulo de muerte. Siempre es así desde los quince años, cuando empezó a tomar cocaína. Pasaron ya siete largos años; tiempo de dolor, de promesas incumplidas, de lágrimas y de abandono.
Braulio sufre aún más al percibir el sufrimiento de sus padres; los ama aunque ellos no lo crean. Daría la vida por verlos felices y orgullosos de su hijo primogénito pero no tiene fuerza de voluntad. El vicio se ha apoderado completamente de él.
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Pero esta noche es diferente. El hombre que diserta en la televisión habla de esperanza, de restauración, de una nueva vida. Cuenta historias de vidas destruidas por los vicios y de la manera maravillosa como Dios las restauró. Y Braulio quiere creer, pero no puede. Ya creyó en tanta cosa.... y nada dio resultado. Tiene miedo de seguir frustrándose y engañando a sus padres, y por eso decide cambiar de canal. Entonces sucede algo imprevisto: las cámaras se centran únicamente en el rostro de la persona que habla en la televisión y, sin querer, el joven drogadicto se encuentra cara a cara conmigo, y oye mi voz:
"No eres tú: es Dios quien lo hará. Tus promesas son promesas de arena, tú no tienes fuerza de voluntad. Lo que estás sintiendo en este momento es el trabajo del Espíritu Santo en tu corazón. Deja que Dios termine lo que está comenzando a hacer".
Y Braulio cree. Acepta el milagro divino y continua viendo el programa. Cuando Dios acaba de hacer el llamado, el muchacho se arrodilla delante del televisor y llora. "Dios, dice, yo no tengo fuerzas, no soy nadie, no puedo ni tengo fuerza de voluntad. Pero si el querer y el hacer son tuyos, opera el milagro en mi vida y líbrame de este vicio".
Conocí a Braulio años después. Un día, mientras esperaba mi vuelo en el aeropuerto de Dallas, un joven elegante, con maletín de ejecutivo en la mano, se aproximó a mí y me preguntó.
-Es usted el pastor Bullón?
Al oír mi respuesta, me abrazó con emoción, y me dijo: No sabe cómo agradezco a Dios que aquella noche triste, de mi triste vida, Él lo usó a usted como un instrumento para traer esperanza a mi corazón.
Por eso, sin importar cuál sea la lucha que tú enfrentas, comienza este día seguro de que Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

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