viernes, 3 de marzo de 2017

El Jugador de Fútbol

Un muchacho vivía solo con su padre, y ambos tenían una relación extraordinaria y muy especial.
El joven, que pertenecía al equipo de fútbol americano de su colegio, habitualmente no tenía la oportunidad de jugar; bueno, casi nunca, sin embargo su padre siempre estaba en las gradas haciéndole compañía.
El joven era el más bajo de la clase cuando comenzó la secundaria, e insistía en participar en el equipo de fútbol del colegio. Su padre siempre le daba orientación y le explicaba claramente que “él no tenía por qué jugar al fútbol si en realidad no lo deseaba”. Pero el joven amaba el fútbol, no faltaba ni a un entrenamiento ni a un juego, estaba decidido a dar lo mejor de sí, se sentía felizmente comprometido.
Durante su vida en la secundaria, lo recordaron como el calentador de banquillos porque siempre permanecía sentado… Su padre con su espíritu de luchador, siempre lo alentaba desde las gradas, dándole compañía, palabras de ánimo y el mejor apoyo que ningún hijo podía esperar. Cuando comenzó la universidad intentó entrar al equipo de fútbol; todos estaban seguros de que no lo lograría, pero a todos venció entrando al equipo.
El entrenador dio la noticia, admitiendo que lo había aceptado por cómo demostraba entregar su corazón y su alma en cada uno de los entrenos, al mismo tiempo que les daba a los demás el ejemplo perfecto. La noticia impactó y llenó por completo su corazón, corrió al teléfono más cercano y llamó a su padre, quien compartió con él su emoción. Le enviaba en todas las temporadas, entradas para que asistiera a todos los juegos de la universidad.
El joven atleta era muy persistente, de hecho, nunca faltó ni a una práctica ni a un partido durante los 4 años de la universidad, aunque nunca tuvo la oportunidad de participar en ningún juego.
Llegó el final de la temporada, y unos minutos antes que comenzara el primer partido de la eliminatoria, el entrenador le entregó un telegrama. El joven lo tomó y después de leerlo quedó en silencio… y temblando le dijo al entrenador: “mi padre murió esta mañana, ¿hay algún problema en que falte al juego? El entrenador lo abrazó y le dijo “toma el resto de la semana libre, hijo, y no se te ocurra venir el sábado”.
Llegó el sábado y el partido no iba muy bien en el tercer cuarto, cuando el equipo tenía 10 puntos de desventaja. El joven entró al vestuario, silenciosamente se colocó el uniforme y corrió hacia donde estaban el entrenador y su equipo, quienes estaban impresionados de ver a su luchador compañero de regreso. “Entrenador, por favor, permítame jugar, tengo que jugar hoy”, imploró el joven; el entrenador hizo como que no le oía, pues de ninguna manera podía permitir que su peor jugador entrara a jugar en las eliminatorias. Pero el joven insistió tanto que el entrenador sintió lastima y aceptó: “Ok hijo, puedes entrar, el campo es todo tuyo, dijo minutos después.
El equipo y el público no podían creer lo que estaban viendo. Un pequeño y perfecto desconocido que nunca había participado en un partido, estaba haciendo todo perfectamente brillante, nadie podía detenerlo en el campo, corría fácilmente como toda una estrella,... y su equipo comenzó a ganar, hasta que empató el juego.
En los segundos de descuento, el muchacho interceptó un pase y corrió todo el campo hasta ganar con una anotación. La gente que estaba en las gradas gritaba emocionada, su equipo lo llevó en hombros por todo el campo, y finalmente, cuando todo terminó, el entrenador notó que el joven estaba sentado calladamente y solo en una esquina; se acercó y le dijo: “muchacho, no puedo creerlo, estuviste fantástico”, dime ¿cómo lo lograste? El joven miró al entrenador y le dijo: “usted sabe que mi padre murió… ¿pero sabía que mi padre era ciego?,... el joven hizo una pausa y trató de sonreír. “Mi padre asistió a todos mis partidos aunque no jugué, pero hoy era la primera vez que él podía verme jugar… y yo quise mostrarle que sí podía hacerlo”… .
Así que recuerda: Siempre existe alguien que está orgulloso de ti, que piensa en ti, quiere estar a tu lado, quiere sujetar tu mano, quiere que te encuentres feliz, quiere abrazarte, admira tu fortaleza, no le gusta verte sufrir, te ama por quién eres, te considera un tesoro, confía en ti y sobre todo, te considera su hijo. No está de más decirte que el Padre Celestial está sentado en su trono observándote y cuidándote.
Colosenses 3:17
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Colosenses 3:23
Y todo lo que hagáis hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
1 Pedro 5:7
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario