No es nada fácil tomar decisiones, de acuerdo, pero la vida es una continua elección y a cada uno nos toca decidir qué hacer con las personas, situaciones y cosas que se nos presentan. Porque es muy normal que no queramos fallar ni equivocarnos.
Habrá veces en las que en el proceso lo haremos mejor de lo que esperábamos, pero también habrá difíciles momentos en donde quizás no habremos tomado la mejor opción o decisión, pero aprenderemos de esa experiencia.
Lo que no puedes permitir es que otros decidan por ti aunque tengan las mejores intenciones. Hay asuntos que solo te conciernen y afectan directamente a ti, y aunque es bueno que busques consejos y que escuches lo que te dicen, no es menos cierto que debes actuar de acuerdo a lo que sientes como correcto y que va alineado con los pensamientos de Dios para tu vida.
Hay decisiones que tomarlas nos cuestan lágrimas y hasta nos roban el sueño; pero como dice un refrán: “camino malo se anda ligero”. Las cosas hay que enfrentarlas y debemos tener confianza en nosotros mismos, porque al fin y al cabo, a la primera persona a quien le afectará la decisión que se tome es a ti, y luego a las personas involucradas, no a las ajenas. Es tu corazón, son tus sentimientos y emociones. Solo tú puedes saber hasta dónde eres capaz de llegar o no llegar.
Si hoy es un momento en el que te encuentras confundido(a) y no sabes qué hacer, debes serenarte porque confundido y tenso no se toman las mejores decisiones. Luego ve a la presencia de Dios y pídele que te conceda la sabiduría y el criterio necesarios para decidir de la mejor manera posible. De alguna forma, Él te hará saber y entender qué es lo que debes hacer.
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