Prosigo a
la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:14
Uno de mis programas favoritos de televisión podría titularse Sublime Audacia. En este programa, diez
parejas van a otro país en el que deben desplazarse, usando trenes, autobuses, taxis,
bicicletas, y a pie, de un lugar a otro para obtener las instrucciones para
el siguiente desafío. La meta es que una pareja alcance el punto de llegada antes
que las demás, y el premio es un millón de dólares.
El apóstol Pablo comparó la vida cristiana con una
carrera y admitió que aún no había llegado a la meta: Hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13-14). Pablo no miró atrás ni dejó que sus fracasos del
pasado lo agobiaran por sentirse culpable. Tampoco se satisfizo de sus logros del presente. En cambio, continuó avanzando hacia la meta de ser cada
vez más como Jesús.
Nosotros también corremos esta carrera. Independientemente de los fracasos y los éxitos, sigamos avanzado hacia el objetivo de volvernos más semejantes a Cristo. El premio no es terrenal, sino disfrutar una suprema recompensa eterna.
Nosotros también corremos esta carrera. Independientemente de los fracasos y los éxitos, sigamos avanzado hacia el objetivo de volvernos más semejantes a Cristo. El premio no es terrenal, sino disfrutar una suprema recompensa eterna.
Dios mío,
muéstrame qué debo hacer y cambiar para seguir avanzando hacia la meta de
asemejarme cada día más a Cristo.
Nunca dejes de seguir a Jesús.
Nunca dejes de seguir a Jesús.
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