martes, 21 de febrero de 2017

No sé quién eres, pero sí sé quién eres

No sé quién eres, aunque en realidad... sí sé quién eres. Llegaste a mi vida de la mano de Dios y ahí estás, leyéndome.
Con un corazón contrito y humillado, con tu alma herida, tu salud quebrantada, y quizá una amarga decepción… un hecho terrible que le dio un vuelco a tu vida y la hizo girar en otro sentido.
Hasta ayer eras alguien con proyectos, ilusiones, esperanzas, pero hoy pareces otra persona. Las ilusiones se derrumbaron, los proyectos se evaporaron y las esperanzas se perdieron.
En medio de las heladas aguas de ese mar de tu naufragio escuchaste muchas voces. De esas que hablan mucho y no dicen nada, como cuando la sapiencia, con las inteligentes y bien ordenadas construcciones argumentales de los eruditos de turno no llegaron a tu corazón roto, ni fueron capaces de aportar entendimiento ni consuelo a tu alma herida. Mas un día te hallaste frente a una pantalla de ordenador y sin saber cómo ni por qué, comenzaste a leer un “mensaje de ánimo”. De la mano de Nuestro Amado Señor, con palabras sencillas y llenas de la Gracia Divina, te habló personalmente.
Habías clamado a un Dios que creías que no te estaba bendiciendo. Sentías que tus oraciones se estrellaban contra el techo de tu habitación en la fría soledad de tus días, sintiendo el amargo sabor de la derrota. Pero Dios puso en el corazón de alguien escribirte un mensaje sin saber él para quién. Como todos los mensajes de este sitio, que vuelan lejos de las manos de sus autores, como la paloma del Espíritu, para posarse y aportar alivio y consuelo en un corazón lejano y dolido.
Para el mundo, literalmente no somos más que un número, una pieza “descartable” de un rompecabezas en el que solo las conveniencias de los más poderosos es lo que importa. Ése es el mensaje que nos transmite este mundo. Por eso nos parece que para Dios –sinónimo de poder– resulta ser lo mismo. Pues bien, esto no es así, esos no son los códigos de Dios. Dios no es una corporación.
Aunque las calientes arenas del desierto que hoy cruzas te quemen. Aunque el helado frío de su noche que parece eterna te quebrante. Aunque el miedo muerda…
... ¡Ánimo! Amad@: hoy Dios te habla. Hoy Dios te bendice. Hoy Dios te ordena con poder y su infinito amor: “¡Levántate y anda!”. Hoy, en este mismo momento, mira al Señor. Él viene caminando sobre las aguas y te tiende su mano para sacarte a flote.
¿Ves? Yo no sé quién eres, aunque creo que sí lo sé. Pero lo mejor de todo y lo único que importa es que Dios lo sabe.

Gracias, amado señor por cruzar los caminos de nuestras vidas a través de este medio. Dios tenga a bien bendecirte en abundancia, hoy y cada uno de los días de tu vida.

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