viernes, 3 de febrero de 2017

Las Prisiones de Pablo

La iglesia es una obra divina porque la Divinidad pensó en ella, y Pablo fue una parte muy importante del crecimiento del evangelio. Predicó en muchos lugares y recibió instrucciones para la Iglesia. La última ciudad que visitó durante su tercer viaje fue Jerusalén.
Este período de viajes corresponde a los años 57 d. C. al 66 d. C. aproximadamente. En estos últimos años, entre el 65 d. C. y 67 d. C., Pablo murió en la cárcel. 

La primera prisión
Entre los años 57 d. C. al 62 d. C. En este tiempo, Pablo estuvo en Jerusalén y ahí fue arrestado (Hechos 21:31-33). Presentó su defensa ante el pueblo que, al escucharle de la predicación a los gentiles, pidieron su muerte (Hechos 22:21, 22).
Resultado de imagen de Las Prisiones de PabloPosteriormente fue llevado ante Félix, en Cesarea (Hechos 22:23, 24). De nuevo defendió su causa pero Félix no tenía interés en Dios (Hechos 24:24-27). Nadie dijo que predicar el evangelio sería fácil. A veces la gente no quiere conocer a Dios ni la triste condición en que viven.
Pablo pidió ser llevado ante César, pues, era ciudadano romano (Hechos 25:9-12). Le entregaron a un centurión llamado Julio (Hechos 27:1, 2). Lucas y Aristarco le acompañaron.
Durante el viaje sufrieron una gran tempestad en el mar (Hechos 27:7-15), y naufragaron (versos 18-20). Pero Dios tenía propósitos escondidos entre las nubes de la tormenta. Durante tres meses estuvieron en una isla llamada Malta (Hechos 28:1, 2, 11). Pero Dios usó el naufragio para mostrar su poder (Hechos 27:3, 9, 10, 15, 23, 24, 34; 28:3, 4). Luego continuaron el viaje (Hechos 28:12-16).
En Roma fue juzgado. Pero como no encontraron cargos para acusarle justamente fue puesto en libertad (Hechos 28:28, 29). Una vez libre, alquiló una casa y predicó allí durante 2 años (versos 30, 31). Durante su estancia en Roma escribió tres cartas: Efesios, Filipenses y Filemón. En Filipenses 4:22 leemos sobre la “casa de César”. Muchos comentaristas concuerdan en que es probable que gente de la familia del emperador se convirtieran al evangelio de Cristo.

Un periodo de calma
Corresponde a los años 63 d. C. y 64 d. C. Parecía que después de la cárcel todo estaría mejor. Pablo viajó de nuevo, y esta vez visitó otros lugares. Sabemos que éste fue el posible recorrido por la itinerancia que nos permiten las Escrituras.

Éfeso. Ahí dejó a Timoteo (1 Timoteo 1:3).

Macedonia (1 Timoteo 1:3).

Filipos (Filipenses 2:24). Desde donde escribió 1 Timoteo, alrededor del año 63 d. C.

Creta, donde dejó a Tito (Tito 1:5). Algunos hermanos usan este pasaje para enseñar que las iglesias sin ancianos son iglesias deficientes. Sin embargo, no debemos pensar eso porque la deficiencia de la iglesia en Creta no era por falta de ancianos, sino por otras cosas (Tito 1:10-16).
Si la deficiencia fuese la falta de ancianos, y si Tito se quedó en Creta para corregirlo, entonces el pasaje debería decir así: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente estableciendo ancianos en cada iglesia”. Pero establecer ancianos no era la solución para las deficiencias de la iglesia, sino las instrucciones de los versículos 10-16.

Nicópolis (Tito 3:12).

Troas (2 Timoteo 4:13).

Mileto. Desde aquí, o alguna ciudad cercana, escribió la carta a Tito (2 Timoteo 4:20).

Colosas (Filemón 1:22).

Posiblemente estuvo en España (Romanos 15:28).

La última prisión
En alguna fecha exacta, entre los años 64 d. C. al 67 d. C., Pablo fue encarcelado por segunda vez. Ésta fue la última porque fue ejecutado en Roma. Desde la cárcel escribió a los Colosenses (2 Timoteo 4:18) y a Timoteo (2 Timoteo 4:5).
Los últimos días de su vida los dedicó a escribir las cosas que Dios le revelaba. La escritura es una actividad, un proceso a veces difícil, pues el hecho de que Dios lo inspiraba no significaba que no tuviera necesidad de estudiar (2 Timoteo 4:13).
Su muerte dejó un gran vacío en la iglesia del primer siglo. Sin embargo, él dijo que el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Ojalá todos pudiéramos decir lo mismo, pero algunos todavía tenemos pendientes malos hábitos que abandonar, familiares a quienes predicar, deudas materiales, trabajo, etcétera.


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