lunes, 13 de febrero de 2017

El Abogado

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. 1 Juan 2:1
Desde una cárcel de Florida, en junio de 1962, Clarence Earl Gideon escribió una nota a la Corte Suprema de los Estados Unidos pidiendo que se revisara su condena por un crimen que no había cometido. Y agregó que no tenía medios para contratar a un abogado.
Resultado de imagen de Nuestro AbogadoAl año siguiente, en el histórico caso Gideon c/ Wainright, la Corte Suprema dictaminó que las personas que no podían costear su defensa debían recibir la asistencia de un defensor público provisto por el Estado. Tras esta decisión, y con la ayuda de un abogado de oficio, Gideon fue juzgado nuevamente y absuelto.
Pero ¿qué sucede si somos culpables? Según Pablo, todos lo somos, pero la corte celestial provee un Abogado, quien, costeado por Dios, ofrece defender y cuidar nuestra alma (1 Juan 2:2). Jesús nos ofrece una libertad que incluso los presos han descrito como mejor que cualquier otra cosa experimentada fuera de la cárcel. Es la libertad del corazón y la mente.
Ya sea que suframos por las injusticias hechas por nosotros o contra nosotros, Jesús nos representa a todos. En su autoridad suprema, Él responde a todo pedido de misericordia, perdón y consuelo.
Jesús, nuestro Abogado, puede convertir nuestra prisión de desesperanza, temor o remordimiento en un lugar lleno de su presencia.

Señor, quiero experimentar la libertad de tu presencia.
Aquel que murió como nuestro Sustituto vive ahora como nuestro Abogado.

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