Es innegable que la mentalidad capitalista se ha impuesto hoy en el mundo. Dondequiera que se viva, tener dinero, bienes materiales, vestir bien, etc., son valores en alza en nuestra sociedad. Los valores cambian de generación en generación, y esta generación nuestra da un gran valor a las riquezas. El materialismo nos ha invadido, por lo que ¿es correcto, bueno, positivo que nosotras, las mujeres cristianas, tengamos una mentalidad de este tipo?
Decía el gran filósofo alemán Arthur Schopenhauer que “la riqueza es como el agua salada; cuanta más se bebe, más sed da”. Y ése es precisamente el problema que plantea el amor al dinero y el estilo de vida que deriva de él, que nos vuelve insaciables. Endeudarse, querer tener cada vez más, y por eso endeudarse más y más, pagar esas deudas, en fin, buscar cualquier manera posible para hacer más y más dinero… Es un círculo vicioso difícil de romper. Por eso mismo, “el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos” (1 Timoteo 6:10). Entre el amor al dinero y la desviación de la fe hay un espacio muy pero que muy pequeño.
Decía el gran filósofo alemán Arthur Schopenhauer que “la riqueza es como el agua salada; cuanta más se bebe, más sed da”. Y ése es precisamente el problema que plantea el amor al dinero y el estilo de vida que deriva de él, que nos vuelve insaciables. Endeudarse, querer tener cada vez más, y por eso endeudarse más y más, pagar esas deudas, en fin, buscar cualquier manera posible para hacer más y más dinero… Es un círculo vicioso difícil de romper. Por eso mismo, “el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos” (1 Timoteo 6:10). Entre el amor al dinero y la desviación de la fe hay un espacio muy pero que muy pequeño.
“El que está satisfecho con su parte es rico”, dijo Lao-tsé. Pero hace falta madurez para saber valorar este tipo de riqueza. Como mujeres valoramos mucho la seguridad, y es fácil que lleguemos a creer que nuestra seguridad depende en gran medida de nuestra cuenta bancaria, pero este pensamiento, en sí mismo, encierra un enorme engaño que nos desvía de la fe. Nuestra seguridad no está en nada material, nuestra seguridad está única y exclusivamente en Dios.
“No te esfuerces por hacerte rico; deja de preocuparte por eso. Si te fijas bien, verás que no hay riquezas; de pronto se van volando, como águilas, como si les hubieran salido alas” (Proverbios 23:4, 5). Balaam, Giezi, Judas, Ananías o Safira ejemplifican claros testimonios bíblicos de cómo querer hacerse rico. Sacar provecho económico de cualquier situación que se nos presenta nos desvía irremediablemente de la fe. Quizá se trata de tener claro quiénes son nuestros referentes en este mundo, si los ricos y famosos, con su estilo de vida, o las brújulas morales que ha provisto la historia y que todavía se pueden encontrar de cuando en cuando.
¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia.- Epicuro
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