sábado, 3 de diciembre de 2016

¡Soy rico!

Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza. Salmo 119;14
Una publicidad en la televisión muestra a una persona abriendo la puerta y viendo a alguien que le entrega un cheque por una cantidad enorme de dinero. Ante eso, el sorprendido destinatario empieza a gritar, cantar, saltar y abrazar a todo el mundo. «¡Gané! ¡Soy rico! ¡No lo puedo creer! ¡Se terminaron los problemas!». Hacerse rico de repente desencadena una gran reacción emocional.
En el Salmo 119, encontramos esta notable declaración: «Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza» (verso 14). ¡Qué comparación! ¡Obedecer a Dios en la vida puede ser tan emocionante como recibir una fortuna! El verso 16 repite la idea cuando el salmista expresa su gratitud y alegría: «Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras».
¿Y si no tenemos aquel sentimiento? ¿Podemos regocijarnos en las instrucciones de Dios como si recibiéramos una fortuna? Todo empieza por ser agradecidos, lo cual implica una actitud y una elección. Nuestra atención se centra en lo que valoramos; por eso, debemos dar gracias por lo que Dios nos da para nutrir nuestra alma, y pedirle que nos abra los ojos para apreciar la sabiduría y la paz que transmite su Palabra.
¡Nos hacemos ricos al amar a Dios cada día más!

Señor, gracias por la riqueza de los consejos sabios de tu Palabra. Ayúdame a disfrutarla.
Los ricos tesoros de la verdad de Dios están esperando ser descubiertos en su Palabra.

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