Y
considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Hebreos 10;24
Mientras esperaba para entrar en una de las
atracciones populares de Disneyland, noté que la mayoría de la gente hablaba y
sonreía, en lugar de quejarse por la larga espera. Esto hizo que me preguntara
qué era lo que esperar en aquel lugar fuera una experiencia agradable. Al
parecer, la clave era simplemente que casi nadie estaba allí solo, sino que amigos,
familiares, grupos y parejas compartían la situación, lo cual era muy distinto a
estar esperando solo, sin compañía.
La vida cristiana está diseñada para vivirla en
compañía de otros, no a solas. Hebreos 10:19-25 nos exhorta a tener comunión con
otros seguidores de Cristo: Acerquémonos con corazón sincero, en plena
certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra
esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para
estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos (versos 22-25). En comunidad, nos reafirmamos y reforzamos unos a otros, exhortándonos (verso 25).
Hasta los días más difíciles pueden convertirse en una
parte significativa de nuestra travesía de fe, cuando los recorremos en compañía
de otros. No enfrentemos la vida solos; caminemos juntos.
Señor,
quiero cumplir hoy con tu llamado, recorriendo con otros el camino de la fe, y
alentándonos unos a otros.
La vida en
Cristo debe ser una experiencia compartida.
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