¿Ha tenido usted alguna vez la impresión de que su vida es solo una serie de sucesos aleatorios que, a pesar de todos sus planes y esfuerzos, hacen que su rumbo siga yendo en direcciones imprevisibles? Algunos hechos o circunstancias parecen intrascendentes y sin importancia, pero otros/as cambian radicalmente la dirección de su vida. ¿Cómo puede encontrarle sentido a éstos?
Lo bueno es que Dios ha establecido un camino para cada uno de nosotros que debemos recorrer, y Él es quien nos ayuda a transitarlo desde el punto de partida hasta la línea de llegada. El escritor de Hebreos asemejó nuestra vida a una “carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12.1), y debemos recordar que es el Señor quien señala el rumbo. La meta no es tratar de ajustar a Dios a nuestros planes, sino ajustarnos nosotros a los de Él. Los incidentes que parecen causarnos desvíos, pueden ser la manera que tiene el Señor de redirigir nuestra ruta. Su propósito es que nuestra vida lo glorifique a Él, a medida que nos conforma a la imagen de su Hijo (Romanos 8.29).
La vida cristiana es una aventura -de plenitud y gozo- que incluye adversidades, dolor, incomprensión, persecuciones y fracasos,... y también bendiciones. Sin embargo, el Señor sabe cómo combinar sabiamente todas estas cosas, para la ruta que nos llevará a donde Él desea conducirnos. Eso es lo que Pablo quiso decir cuando expresó: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1.6 NVI).
Usted descubrirá el camino que Dios tiene para su vida, si aparta sus ojos de las circunstancias y los fija en Jesús, Aquél a quien sigue. Veamos los diferentes aspectos de nuestra vida no como hechos casuales y desconectados, sino como pasos en un camino hermoso con Cristo.
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