Benjamin Zander es director de orquesta de la filarmónica de Boston, y con una sencillez y entusiasmo sin igual, logra transmitir tantas ideas de una manera tan locuaz, que es imposible quedar igual después de verlo. Dentro de sus míticas frases, él señala que cada uno de nosotros puede saber si está haciendo bien su trabajo de relacionarse bien con las personas, si a éstas les brillan los ojos después de conversar o pasar tiempo con ellas. Pero esto también sucede al revés para nosotros. ¿Hace cuánto tiempo no se nos iluminan los ojos al hablar sobre algo o alguien? Personalmente, cada vez que hablo de mi marido o con él, mis ojos podrían iluminar una ciudad entera con el brillo que me genera estar con él.
Y parece ser que la vida se trata un poco de esto: de ojos brillantes. De encontrar una pasión, un sueño, una meta que queramos alcanzar. Que cuando encontremos “eso” que buscamos, podamos pasar horas y horas hablando de ello como si no existiese el tiempo, como si las palabras no se acabaran, como si fuera lo mejor que nos ha pasado. Esto es fabuloso, en el sentido de que seguramente, a la primera persona que le brillaron los ojos con tal magnitud fue a Jesús, y con esa luz brillante que se proyectaba en su mirada, fue capaz de envolvernos e iluminarnos.
Siempre que me imagino a Jesús hablando con sus discípulos, me imagino a alguien fascinante… pues si no, no lo hubiesen seguido ni escuchado. Imagino que cada vez que Jesús hablaba, sus ojos se iluminaban tanto que era imposible despegar la vista de Él, creo que los ojos de los discípulos brillaban al escucharlo hablar. Dan ganas de experimentar ese brillo en los ojos. Y en la realidad, tenemos esa posibilidad.
La palabra de Dios nos dice que somos embajadores del Reino, lo que nos haría llevar una vestidura distinta caso de que esto fuese muy concreto. Pero nuestra vestidura es más bien interna y cuando queramos “destacar”, el primer rasgo que los demás deberían identificar en nosotros es “la luz de nuestro mirar”; algo distinto debemos tener, algo de nosotros debe “brillar”.
Cuando hablas de Jesús y de lo que ha hecho por ti o por tu familia ¿te brillan los ojos? ¿Cuándo fue la última vez que miraste al cielo con ojos brillantes para pronunciar un enorme GRACIAS a tu Creador? ¿Eres capaz de despertar ojos brillantes en otras personas cuando les cuentas lo bendecida que ha sido tu vida?
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