sábado, 31 de diciembre de 2016

El poder de las palabras sencillas

No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 2 Pedro 1:16
Los que visitábamos a mi padre hospitalizado, nos reíamos a carcajadas: dos viejos chóferes de camiones, un ex cantante de música country, un artesano, dos mujeres de granjas vecinas y yo.
«… después, se levantó y me partió una botella en la cabeza», dijo el artesano, para terminar su historia sobre una pelea en un bar.
Mi padre, mientras luchaba contra su cáncer e intentaba conseguir un poco de aire para reírse, dijo para que se cuidaran de lo que contaban: «Randy es pastor». Aunque se callaron durante unos segundos, estallaron de risa ante la noticia.
Unos 40 minutos después, el artesano aclaró su garganta, miró a mi padre y se puso serio: «Howard, ahora ya no bebo más ni peleo en bares. Todo eso pasó. Tengo una nueva razón de vivir. Quiero contarte sobre mi Salvador». Y lo hizo, sin prestar atención a la leve reticencia de mi padre.
Nunca escuché una manera más delicada de presentar el evangelio. Años más tarde, mi padre también creyó en Jesús.
Fue el sencillo testimonio de una viejo amigo que vivía una vida sencilla, y eso me recordó que lo sencillo no es ni ingenuo ni estúpido, sino directo y sin pretensiones… como Jesús; como la salvación.

Señor, que pueda ver esas oportunidades en que los corazones están preparados para oír de ti y les hable de tu amor.
 Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» Amén. Mateo 28:19-20

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