miércoles, 7 de diciembre de 2016

El Automóvil último modelo

Hay situaciones en los seres humanos, cosas peculiares del devenir diario, que no dejan de sorprender. Aprende con cada una de ellas, y saca lecciones útiles para enseñar de acuerdo a los principios de la Biblia, y además, si de agradar a Dios Creador se trata, cumples con lo que Él tiene encomendado.
En una importante autopista de una ciudad grande de Europa, nuestro protagonista comenzó a seguir a los vehículos que circulaban. Desde el aire tenía una vista panorámica ideal para no perder detalle de lo que acontecía en ella. Vehículos de todo tipo se desplazaban a gran velocidad. Le llamó la atención un automóvil deportivo descapotable, último modelo, que comenzó poco a poco a disminuir la velocidad hasta pararse en un costado. Observó que el conductor, enojado, golpeó varias veces el volante de su coche, quedándose en la autopista sin poder moverse hacia ningún lado. Pasaron unos minutos y una grúa tiró del automóvil último modelo sacándolo del lugar para prevenir accidentes, se había quedado sin combustible.
La Biblia dice en Mateo 25:3-4, “Las insensatas tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas”.
Muchos admiraron el automóvil deportivo último modelo, mientras transitaba por la autopista. El conductor, con toda seguridad lo sabía, y orgulloso, lo conducía creyendo ser la envidia de los demás,... hasta que se le terminó el combustible. El vehículo podía tener todas las características propias de un coche de última generación, pero sin combustible no servía para nada, era un montón de hierros que había que trasladar con una grúa.

Lo mismo sucede con aquellas que no se preocupan de tener suficiente aceite en sus lámparas para que estén siempre encendidas. El aceite es la presencia constante del Espíritu Santo en cada uno, y permite que un hombre o una mujer, llenos de ese aceite, sean instrumentos eficaces y eficientes en la obra del Señor. No vale de nada verse muy bello ante los demás, si interiormente no hay el combustible que lo pueda llevar hacia donde quiera Dios. A eso Jesús lo llamó insensatez.

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