Es Dios quien nos hace cristianos. ¿Pensó usted alguna vez en esto? Cuando meditamos en nosotros mismos, a la luz de las Sagradas Escrituras, llegamos a una conclusión muy profunda:
Podríamos hacernos budistas, hindúes o islámicos. Podríamos convertirnos al judaísmo o al espiritismo, y hasta algunos podrían optar por hacerse santeros; pero el ser humano nunca podrá por su propia decisión y sus esfuerzos hacerse cristiano.
Porque el hombre no tiene, por sí mismo, ni iniciativa ni modo alguno de hacerse un seguidor auténtico de Dios. Esta iniciativa viene del trono de la gracia y procede del Creador. Es la gracia bendita de Dios, quien en su soberana voluntad, decide alcanzar al infiel corazón del pecador.
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (Juan 3:19).
El hombre muerto en delitos y pecados, (Efesios 2:1-5) está totalmente incapacitado para amar a Dios antes que a las tinieblas. Dios, y solo Dios, es quien puede generar en el corazón del pecador una inclinación hacia Él.
Ser cristiano no es seguir una serie de rituales, asistir a la iglesia, hacer ciertas cosas y abstenerse de otras. Convertirse en cristiano es tener una relación personal con Jesucristo. Dicha relación es dada a través de la fe, y en este misterio de relación con Dios y de fe, hay dos verdades eternas:
1) Amamos a Dios, porque él nos amó primero. (1 Juan 4:19).
2) Tenemos salvación porque Él nos la dio, a través de la fe en Él. (Efesios 2:8).
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Y este hombre se acerco a Jesús tratando de hacerse cristiano. Jesús (Dios-encarnado), le pone muy difícil esta conversión y le deja saber una profundidad teológica enteramente divina.
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (Juan 3:5).
Puede que no sepas qué es eso de nacer de agua y del Espíritu. Pues veamos el pasaje donde su discípulo Pedro reconoce que Jesús es el Hijo de Dios y de inmediato, recibe estas palabras de parte de Él:
Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (Mateo 16:17).
El cristiano auténtico, siempre siente esa voz tierna y santa del Espíritu Santo dentro
de su alma ¡llamándolo!
Solo Dios es quien puede revelar a su alma lo siguiente: si usted se siente un cristiano es porque el Santo Espíritu de Dios se lo ha revelado y lo ha convertido.
Y no se trata solo de una revelación, sino que es Dios quien lo ha hecho a usted cristiano.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. (Juan 16:8) ¿Quién vendrá? ¿Quién nos convence? ¿Quién nos convierte para poder amar más a la luz que a las tinieblas?
Solo podemos inclinarnos a Dios porque su gracia irresistible ha decidido alcanzar nuestro corrupto corazón.
Porque el cristiano está llamado a desprenderse de toda su gloria, para dar toda la gloria a Dios. Y parte de esa total entrega de gloria es reconocer que Dios y solo Él, es quien lo ha hecho cristiano.
Por esto, al cordero de Dios sea toda la gloria en todo, por los siglos de los siglos. Amén. Apocalipsis 5:12.
La salvación es del Señor. Es Dios quien inicia, conserva y finaliza la salvación.
¡Es el Señor quien me libra
de la ira del Señor!
La salvación es para todos aquellos que están totalmente desbastados y sin fuerzas, que han podido meditar alguna vez en sus vidas, sobre lo que significa ser pobres en espíritu.
Dios tiene que frustrarnos para poder salvarnos. Si al hecho de hacernos cristianos, le adjuntamos "gloria del hombre", "victorias", "iniciativas", "éxitos", "moralidad", o "religiosidad", estamos restando y menguando la gloria eterna que tiene la obra del Espíritu Santo en la redención de nuestras miserables almas.
La gloria del hombre es como la de un globo lleno de aire. Dios tiene muchas maneras de pinchar nuestro "globo de gloria terrenal o carnal", y dejarnos totalmente quebrantados y humillados para que podamos hacernos cristianos.
Dos ejemplos de este pinchazo de Dios a la gloria del hombre podrían ser los siguientes:
Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche antes que el gallo cante, me negarás tres veces. (Mateo 26:34).
Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. (Mateo 19:21).
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