viernes, 16 de septiembre de 2016

Un tren retrasado

Samuel y Sandra se preocuparon cuando nuevamente el tren se detuvo. -No vamos a llegar a tiempo para tomar el otro tren que nos lleve a casa, dijo Sandra. -Así como vamos, tendremos que quedarnos en ese pequeño pueblo minero, y no me agrada mucho la idea porque he sabido que los hombres de allí son algo salvajes, cegados por encontrar oro, expresó con preocupación Samuel.
tren retrazadoAmbos creyentes, eran misioneros en un sector lejano de Australia, y no desaprovechaban la oportunidad de dar testimonio del Señor Jesús donde estuvieran. Ya en aquel pequeño pueblo, superando sus temores, y estando en la plaza, optaron por cantar a viva voz, y ambos lo hacían muy bien, “tal como soy, sin más que decir, que a otro yo no puedo ir; y tú me invitas a venir. Bendito Cristo, vengo a ti”, decía una estrofa. Poco a poco, algunas personas se acercaron, interesadas en ver a las personas que cantaban, y también algunas ventanas se abrieron. Sin embargo, un poco más lejos, un muchacho lloraba amargamente; había dejado su hogar para, mediante la búsqueda de oro, hacer que su vida cambiara, se había cansado de la pobreza.
Le había ido muy mal y desesperado, quiso acabar con su vida. Para eso, llevaba un arma de fuego debajo de sus ropas, hasta que escuchó el himno que Samuel y Sandra cantaban en la plaza, “tal como soy, sin más que decir, que a otro yo no puedo ir…”; apartó su atención de lo que iba a hacer, y sus pasos lo condujeron hasta acercarse a la pareja de misioneros, y así fue como la canción de un matrimonio cristiano que amaba al Señor y a los hombres, evitó una tragedia y salvó a un joven necesitado. El retraso del tren no había sido casual, había un alma que salvar.
Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. Hechos 20: 24.

Samuel y Sandra, habían dispuesto entregar sus vidas al Señor Jesús, para ponerlas al servicio del Evangelio de la Gracia. Obedecían al llamado de Dios. Personas, como el joven que había determinado suicidarse, las hay a millares en el mundo, esperando que alguien se les acerque y les dé testimonio de Jesús, sin embargo, muchos ya habrán acabado antes con sus vidas. El apóstol tenía claro cuál era su principal misión como hijo de Dios, “…dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.
A todos los hijos y las hijas de Dios Creador, les ha sido dado el ministerio de la reconciliación, que no es otra cosa que predicar o testimoniar lo que Cristo Jesús hizo por toda la humanidad. Un día, que seguramente no ha olvidado, apareció el Señor a su vida, perdonándolo y liberándolo de las cadenas que lo ataban y que lo hacían un esclavo del pecado. Entonces, es momento que usted devuelva la gracia, y se ofrezca como instrumento para ir en rescate de aquellos que lo necesitan. Sin duda, más de uno se lo agradecerá.


No hay comentarios:

Publicar un comentario