… todo es
tuyo. 1 Crónicas 29;14
Cuando tenía 18 años, conseguí mi primer trabajo a
tiempo completo y aprendí una lección importante sobre la disciplina de ahorrar
dinero. Trabajé y ahorré hasta tener lo suficiente para pagar un año de
estudios. Entonces, mi mamá tuvo una operación quirúrgica de emergencia, y me di cuenta de
que yo tenía en el banco el dinero para pagar su operación.
De repente, mi amor por mi madre fue prioritario ante mis planes de futuro. Las palabras de Elisabeth Elliot en su libro "Pasión y pureza" cobraron para mí un nuevo significado: "Si nos aferramos a algo
que hayamos recibido, sin la disposición de renunciar a eso cuando llegue el
momento, o de que el Dador lo utilice como Él quiera, impedimos que el alma
crezca". Es fácil cometer un error aquí, pensando: “Si Dios me lo dio, es mío y
puedo hacer lo que quiera con eso”. No. La verdad es que nuestra parte es dar
gracias a Dios y, también, ofrecérselo de vuelta".
¡Entendí que el trabajo que había recibido y la
disciplina del ahorro eran regalos de Dios! Podía dar generosamente a mi familia
porque estaba segura de que el Señor podía ayudarme de otra manera… ¡y lo
hizo!
¿Cómo quiere Dios que apliquemos la oración de
David de 1 Crónicas 29:14: Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos?
Señor, dame
un corazón generoso.
Todo le
pertenece a Dios.
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