viernes, 23 de septiembre de 2016

En manos del Padre

Los resultados de obedecer a nuestro llamado de proclamar las buenas nuevas no están en nuestras manos.
Jesús presenta otra parábola con un sentido muy similar al de la cizaña: Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces. Cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan y recogen lo bueno en cestas y echan fuera lo malo. Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 13.47-50).
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La iglesia es llamada a vivir en fidelidad y santidad, aunque siempre existirán algunos que no tienen interés en las cosas de Dios.
En la primera parábola del capítulo 13, parábola del sembrador, el enemigo vino y sembró cizaña durante la noche, indicando un acto deliberado de sabotaje. En esta parábola, sin embargo, la variedad de peces que caen en la red es el resultado del esfuerzo de los pescadores. Pero ellos no pueden controlar el resultado final de sus labores, pues es imposible limitar la pesca a una sola especie. No existe maldad de parte de los pescadores.
Vemos, no obstante, que aun existiendo las mejores intenciones de nuestra parte, es imposible que nuestros esfuerzos arrojen resultados perfectos. Al compartir las buenas nuevas con los de nuestro alrededor siempre obtendremos un fruto "mixto". Entre aquellos que responden, asumiendo un genuino compromiso con Dios, también estarán los que "profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan" (Tito 1.16).
Al igual que con la cizaña, esta parábola claramente señala que hay un tiempo determinado para la separación de los peces buenos de los malos. Esta labor no es de los que hemos sido llamados a velar por el bienestar del pueblo de Dios. Los pescadores que se sientan a la orilla para separar los pescados, representan a los ángeles que, en el fin del mundo, separarán a los justos de los malos. Mientras tanto, la iglesia es llamada a vivir en fidelidad y santidad, aunque siempre existirá un porcentaje de sus miembros que no tienen interés en las cosas de Dios, más allá de una experiencia religiosa superficial.
Podemos observar, también, que los pescadores no desesperan por los resultados de la pesca. Las personas que se dedican a este oficio saben que esto es parte del trabajo. No es posible, antes de la pesca, aislar la clase de pescados que deseamos atrapar. Hasta los medios más sofisticados de pesca siempre producirán redadas con una diversidad de pescados, no obstante, los pescadores persisten en su tarea porque es una parte esencial de su existencia. 
Del mismo modo, nosotros hemos sido llamados a perseverar en la tarea de proclamar las buenas nuevas en un mundo de tinieblas. Los resultados no están en nuestras manos, nuestra responsabilidad se limita a echar las redes a las aguas y juntarlas. Los de mayor discernimiento entre nosotros, podrán indicarnos los lugares más propicios para efectuar la pesca, pero, en última instancia, será solamente por la gracia de Dios que logremos atrapar a los pescados. Esto es parte de la maravillosa aventura de trabajar a la par del Espíritu Santo.

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