¿No me está permitido hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?”. Mateo 20:15
Uno de los profesores de la Universidad de Harvard
ha descubierto una tendencia preocupante entre sus alumnos y colegas: la obsesión
con comparar. Él escribe: "Más que nunca, los ejecutivos de negocios,
los analistas de Wall Street, los abogados, los médicos y otros profesionales
están obsesionados con comparar sus logros con los de los demás. Esto es
perjudicial para las personas y para las empresas, cuando se define el éxito según
parámetros externos en lugar de personales, en el sentido de que la satisfacción y el compromiso
disminuyen".
Lo que no es nada nuevo. La Escritura nos advierte del
peligro de compararnos con otros. Cuando lo hacemos, nos enorgullecemos y
despreciamos a los demás (Lucas 18:9-14), o nos ponemos celosos y queremos ser
como ellos o tener lo que tienen (Santiago 4:1). Entonces perdemos de vista el plan de
Dios para nuestra vida. Jesús explicó que la obsesión con comparar surge de
creer que Dios es injusto y que no tiene derecho a ser más generoso con otros
que con nosotros (Mateo 20:1-16).
Pero por la gracia de Dios, podemos superar este mal hábito
concentrándonos en lo que Él nos ha dado. Al dar gracias por las bendiciones de
cada día cambiamos la perspectiva y empezamos a creer de verdad que Dios es
bueno.
Señor,
ayúdame a mirarte a ti y no a los demás.
Dios
expresa su bondad a sus hijos como Él prefiere.
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