sábado, 13 de agosto de 2016

La fe de Josué

Se requiere valentía para implementar una estrategia nunca antes vista.
Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Hebreos 11:30
La sucesión de Josué como líder del pueblo, viene acompañada de una exhortación insistente: "esfuérzate y se valiente". Quizá era necesaria esta exhortación para un hombre que se había acostumbrado a un rol secundario, sirviendo a Moisés durante cuarenta años. Sin embargo, puede que tuviera más relación con los desafíos que esperaban a Josué en la conquista de la Tierra. 

Normalmente, asociamos la valentía con las proezas en el campo de batalla. Como parte de la tarea que enfrentaba Josué conllevaba desterrar a los pueblos que moraban en Canaán, resulta tentador creer que la exhortación se refería a las actividades bélicas que debía emprender junto al pueblo. Porque un líder debe proveer al pueblo de directrices claras, confiadas e incluso osadas para asegurar la victoria en el campo de batalla. 
La exhortación a ser valiente, no se refería solo a la valentía física, sino también a lo que podríamos llamar el "coraje espiritual" que todo líder de Dios debe poseer. ¿Por qué es necesario este espíritu atrevido? Porque, probablemente, el Señor lo llamaría a transitar por caminos que son, desde una perspectiva humana, completamente alocados, en contra de toda la sabiduría del pueblo, y que obligarían al líder a ejercer el papel de "ridículo" ante los ojos de las mismas personas que pretende inspirar. Es decir, p
ara ejercer la fe debemos estar dispuestos a vencer la presión del "¿qué dirán?"

Ninguna situación ilustra con tanta claridad este principio como la conquista de Jericó. La ciudad era, sin duda, la fortaleza más difícil de conquistar en toda la Tierra. Poseía inmensas paredes que, según lo que revelan excavaciones arqueológicas, tenían más de un metro de espesor. Estaba bien preparada para soportar un prolongado sitio militar, y sus puertas eran imposibles de derribar por la particular forma en que habían sido construidas.

Para Josué, la conquista de Jericó, era su primera asignatura a superar después de cruzar el Jordán; representaba un formidable obstáculo. La escasa experiencia militar de Israel no añadía mucho a las opciones de las que disponía. Pero he ahí su absoluta sorpresa cuando Dios le da la estrategia para derribar los muros de la ciudad. ¡Ninguna operación militar!, sino una inocente procesión alrededor de los muros. Y como si la vergüenza de llevar adelante este plan no fuera suficiente, Dios los llama a repetir el proceso ¡durante siete días!

La historia de la toma de Jericó alcanza todo su esplendor al no registrarse la más mínima duda por
 parte de Josué. Recibió instrucciones, y así como las recibió, también se las pasó a sus comandantes para llevar adelante esta "ridícula" campaña, a pesar de las dudas y las preguntas que seguramente muchos de ellos se hacían. La campaña estuvo catalogada como "ridícula" hasta que se cayeron los muros. Luego, la ridiculez se convirtió en asombrosa victoria, en inspiración para el pueblo y para las futuras generaciones. Las "peores" ideas de Dios funcionan mejor que las "más inteligentes" propuestas del hombre. ¡Bendito sea su nombre!  

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