El pecado es algo grave. El pecado no es una metedura de pata; no es una debilidad. No es un "Uy", y cuando elegimos pecar, bueno . . . Hebreos 10:26 nos lo dice directamente: Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados.
Cuando hacemos del pecado nuestra elección, cruzamos la línea. La idea es tomar una decisión racional, deliberada, y premeditada. Cuando podría elegir hacer lo correcto y en vez de ello elijo hacer lo malo, eso es pecado deliberado.
A veces todos luchamos por perdonar, pero si elijo alimentar el odio en mi corazón hacia alguna persona durante días o años, eso es pecado deliberado.
A veces todos luchamos por perdonar, pero si elijo alimentar el odio en mi corazón hacia alguna persona durante días o años, eso es pecado deliberado.
Si conozco mi inclinación hacia algún pecado específico, como la lujuria o alguna adicción, y sigo eligiéndolo y luego lo oculto, eso es pecado deliberado.
Si sé que debo servir en la iglesia y ofrendar financieramente al ministerio, pero no puedo porque he aceptado más trabajo del que puedo hacer o porque he gastado más de la cuenta, eso es pecado deliberado.
Si la elección deliberada de pecar se convierte en mi patrón de comportamiento, he cruzado la línea.
El pecado abrirá un camino de destrucción a través de tu vida, como un tornado lo hace en un campo de trigo. Trata de manera agresiva tus patrones de pecado privados y específicos. Establece parámetros para tus actitudes y comportamientos con los que puedas lograr una cierta responsabilidad.
Insiste en cambiar de adentro hacia fuera. Pon tu corazón en ser diferente.
Insiste en cambiar de adentro hacia fuera. Pon tu corazón en ser diferente.
No toleres más el pecado; no racionalices ni juegues con él ni lo dejes continuar mes tras mes y año tras año. Da un gran paso adelante y trata de manera radical a aquello que solo traerá estragos a tu vida.
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