jueves, 23 de junio de 2016

Una vida pura

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Mateo 5:8
Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz… Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso porque todas estas son cosas que aborrezco, dice el Señor. Zacarías 8:16-17
Los ritos y prescripciones del Antiguo Testamento indicaban al pueblo de Israel, lo que debía hacer para presentarse ante Dios. Habían de tomar conciencia de la santidad de Dios, pero corrían el gran peligro de derivar en una práctica ordinaria sin que el corazón fuese alcanzado. Los creyentes del Antiguo Testamento habían comprendido que son necesarios más que ritos para acercarse verdaderamente a Dios. Hay que recibir de Dios una pureza interior, la del corazón, que en nuestra vida se traduce en acciones justas, honestas y llenas de bondad (Salmo 24:4).
Dios da un corazón purificado a todo el que cree en el Señor Jesús. Esta pureza ante Dios es la de la vida de Jesús, la cual recibimos en nuestro ser interior. Somos perdonados de nuestros pecados y puros ante Él porque somos beneficiarios del sacrificio de Jesús en la cruz. La fe dirige nuestra mirada de adoración hacia Cristo: Él adquirió para nosotros una vida nueva, santa, y nos permite vivir esta vida cada día. Esta pureza de corazón en todas nuestras relaciones, acciones y decisiones nos da la fuerza para rechazar el mal, el orgullo, el rencor, la crítica, la falsedad…  Así, nuestras relaciones con los demás estarán iluminadas por una belleza, una profundidad y autenticidad nuevas.

Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, con corazón puro” (1 Pedro 1:22).

No hay comentarios:

Publicar un comentario