lunes, 6 de junio de 2016

El ocaso de la vida

Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas… Y así los guía al puerto que deseaban. Salmo 107:29-30
Teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor. Filipenses 1:23
Inline image 1El ocaso de la vida de un creyente se parece algo a la llegada de un alpinista a la cumbre más alta. Los últimos momentos son, sin duda, los más difíciles, porque el aliento y las fuerzas faltan. Cada paso se convierte en una lucha, y estamos solos en ese combate para avanzar. La última cresta rocosa es peligrosa; no hay ninguna ayuda exterior posible. Y a cada paso, surge esta pregunta punzante: ¿lograré llegar?
Sin embargo, al llegar a la cima obtenemos la recompensa. Los últimos pasos fueron los más duros, pero nos condujeron a la atmósfera sublime de las cumbres. Nos permitieron contemplar la belleza del vasto horizonte y la dulzura de los rayos solares del amanecer. ¡Al fin alcanzamos el lugar hacia el cual nuestros pensamientos se habían elevado tantas veces!
¿Podemos compararlo con el cielo del que nos habla la Biblia, lugar al que van los creyentes después de la muerte? No, solo es una imagen que nos anima a fijar nuestra mirada en la meta, pues el cielo no es un lugar deshabitado, como sí lo es la más bella de las cumbres.
La descripción del Salmo 107 es más precisa: “Los guía al puerto que deseaban”. Al final de un largo viaje, quizá después de pasar por magníficos paisajes, pero también por densas nubes y a veces por tormentas, ¡al fin un día llegamos al puerto! Avanzamos lentamente hacia el objetivo tan deseado, llegamos a casa, y ¡por fin podemos ver a Aquel que tanto nos amó, y quedarnos para siempre con Él!
¡Qué descanso estar junto a ti, Señor Jesús!

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