Algunas veces sentimos que vamos cuesta arriba y otras hacia abajo. Si nos dieran a escoger, tomaríamos ir hacia abajo pues nos costaría menos esfuerzo poder avanzar. Sin embargo, las cosas no siempre suceden como uno desea, y tendremos que bregar cuesta arriba muchas veces en el camino de la vida.
En ocasiones nuestros días son placenteros, metafóricamente hablando, soleados y hermosos, todo lo que nos proponemos se logra, no hay enfermedades, y si las hay no son graves. Nuestra economía está estable, las relaciones familiares casi son festivas y agradables. Nuestros hijos son buenos y brillantes en la escuela, tienen buenas amistades, casi todo suena a melodía hermosa con violines y cuerdas, aroma a flores, pájaros cantando con su trinar, etc.
Pero de repente, ese día claro y soleado se convierte en un día nublado y frío, otras veces en desértico y seco, o con fuertes vientos que azotan nuestra vida. Es cuando sin esperarlo, nos quedamos sin empleo, comenzamos a carecer de cosas que antes teníamos, hay enfermedades graves con personas queridas en el hospital, incluso llega la muerte a rondar a nuestro alrededor, nos llueve sobre mojado, en fin, parece que nunca pasará la tormenta.
En ocasiones nuestros días son placenteros, metafóricamente hablando, soleados y hermosos, todo lo que nos proponemos se logra, no hay enfermedades, y si las hay no son graves. Nuestra economía está estable, las relaciones familiares casi son festivas y agradables. Nuestros hijos son buenos y brillantes en la escuela, tienen buenas amistades, casi todo suena a melodía hermosa con violines y cuerdas, aroma a flores, pájaros cantando con su trinar, etc.
Pero de repente, ese día claro y soleado se convierte en un día nublado y frío, otras veces en desértico y seco, o con fuertes vientos que azotan nuestra vida. Es cuando sin esperarlo, nos quedamos sin empleo, comenzamos a carecer de cosas que antes teníamos, hay enfermedades graves con personas queridas en el hospital, incluso llega la muerte a rondar a nuestro alrededor, nos llueve sobre mojado, en fin, parece que nunca pasará la tormenta.
Leyendo las historias de la Biblia, impactantes en muchos sentidos a día de hoy, vemos que hay un episodio en el que unos pescadores experimentados estaban cruzando ya de noche el mar, cuando de repente les llegó la tormenta. Su barca ya comenzaba a inundarse, bueno, uno esperaría que ellos con tanta pericia pudieran sacar adelante la situación controlando el bote, pues toda su vida habían lidiado con ello, sabían tomar el timón y esquivar las olas, manejar las amarras, izar velas y cosas de esas. Junto a ellos, en la misma barca, iba el Maestro dormido, bien dormido.
El caso es que llega un momento que ellos, en su desesperación, solo se atreven a gritarle a Jesús….. ¿No te importa que nos ahoguemos?, ¡sálvanos que perecemos! Y Jesús, con su autoridad, manda calmar la tormenta y ellos se quedaron atónitos. —¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? Mateo 8; 23-27
En momentos graves tenemos que clamar a Jesús y el socorro deberá llegar a nuestra vida. Puede que la tormenta no cese de inmediato, pero tu vida no estará a la deriva; deja que Jesús se suba a tu barca y calme tu tempestad. No hay otra cosa que puedas hacer, solo confiar en Él.
“Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza”. Salmo 23:1-3
Es una bonita traducción. Dios no te dejará solo, nunca lo hará, tendrás que seguir caminando, no te quedes allí y saques la “tienda de campaña y tu silla”, camina cuesta arriba. Pasar sin quedarse es fe, es caminar seguro de que Dios está a tu lado.
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