lunes, 23 de mayo de 2016

La Parábola Del Lego

La vida sería menos complicada si cada uno de nosotros recibiera su juego de Lego al nacer. Sí, me doy cuenta de que habría un riesgo de asfixia para los niños menores de tres años, pero podemos aprender mucho de los Legos. He aprendido que:
Hay fortaleza en los números; cuando los ladrillos se juntan se pueden lograr grandes cosas. El desastre puede ocurrir, pero las piezas pueden ser juntadas de nuevo.
Cada ladrillo tiene un propósito; algunos son hechos para un lugar específico. La mayoría encaja en casi cualquier lugar, pero todos tienen un sitio específico.
El tiempo de juego es importante; a veces no importa qué construimos mientras nos divirtamos.
No importa el color; un ladrillo azul encaja en el mismo lugar que uno rojo.
El tamaño no importa; cuando los pisamos en la oscuridad, un ladrillo de 2 x 2 causa el mismo dolor que uno de 2 x 8.
Ninguno es indispensable; si un ladrillo no está disponible, otro puede tomar su lugar.
Todos los hombres Lego son creados igual (1,5625 pulgadas de alto); lo que llegan a ser está limitado únicamente a la imaginación.
Aunque no siempre se obtiene lo planeado; bueno, a veces se saca algo mejor. Y si no fuese así, podemos intentarlo de nuevo.
En lo que se refiere a las iglesias, algunas se aplican más que otras. Por ejemplo, la unidad es un concepto bíblico; cuando los cristianos se mantienen juntos, se pueden lograr grandes cosas.
Y es una importante verdad bíblica que cada cristiano tiene un propósito. Como Pablo lo describe en 1 Corintios 12 usando la analogía del cuerpo humano, algunos somos ojos; otros, manos; otros, pies; pero todos tenemos un propósito y rol específico.
Mientras que es técnicamente cierto que “nadie es indispensable”, la enseñanza de la Escritura es que cada uno es necesario y que el cuerpo sufre grandemente si no hacemos nuestra parte (1 Corintios 12:20).
La mejor comparación entre Legos y el cristianismo, sin embargo, es que somos un edificio forjado por la mano de Dios mismo. Y cada cristiano es una parte de ese edificio, no uno de ladrillos de plástico sino uno de “piedras vivas”.
“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, pero para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:4-5).
Al igual que la piecitas del famoso juego para niños, cada una encaja perfectamente dentro del todo.
Observemos algo más: las piecitas pueden ser ensambladas por nuestros niños de muchas y variadas maneras, y siempre dan como resultado algo que agrega valor a sus vidas.
Cuánto más Dios nos coloca en este mundo con el objetivo de que agreguemos valor y seamos de bendición.
No, no estamos aquí para vegetar ni tampoco sobramos… somos importantes porque somos parte del plan de Dios para nuestra generación.

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