El primer golpe que recibió en un cuadrilátero no solo le llevó a la lona sino que le hizo pensar, apenas tuvo la fuerza suficiente para levantarse, que esa no sería su profesión. Aquél día fue uno de los más difíciles porque cayeron por tierra sus sueños y proyectos, y entendió que una idea no sirve de nada a menos que demos los pasos necesarios para materializarla.
Mario Moreno Reyes (1911-1993), a quien el mundo conocería como “Cantinflas”, emprendió desde entonces una carrera maratoniana que lo llevó a desempeñarse como limpiabotas, aprendiz de torero, mensajero, taxista, y también bailarín. Como la noche en que improvisó un espectáculo sin igual ante decenas de curiosos que lo aplaudieron, gritaron y rieron a más no poder, en tanto él parodiaba a su manera las tonadas del momento.
No se dejó vencer por la adversidad. Y aunque siempre soñó con ejercer la medicina, el gran sueño de su padre, entendió que desde las tribunas y las pantallas de cine también podía hacer mucho por quienes lo rodeaban. Por eso transmitía alegría. Era su sino personal, un entusiasmo desbordante que se contagiaba entre quienes estaban cerca.
Y algo que nunca olvidaremos: su generosidad. La plasmó en hechos. Sabía que quien mucho habla, a veces hace poco. Esa vocación de servicio lo llevó a unirse a grandes causas y a oficializar su ayuda a los más necesitados.
Hay quienes, como Mario Moreno “Cantinflas”, jamás pierden de vista su condición de hombres sencillos aunque lleguen a tener mucha solidez económica y posición social. Otros, por el contrario, apenas comienzan a prosperar vuelven la espalda a quienes siempre estuvieron cerca. Sencillamente no están preparados para ser buenos en todos los ámbitos.Y algo que nunca olvidaremos: su generosidad. La plasmó en hechos. Sabía que quien mucho habla, a veces hace poco. Esa vocación de servicio lo llevó a unirse a grandes causas y a oficializar su ayuda a los más necesitados.
El protagonista de nuestra historia encarna el proverbio que dice: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, y acaban en la miseria” (Proverbios 11:24).
Si nos atenemos a este principio bíblico para hacerlo práctico en nuestra existencia, aprenderemos que la generosidad es una semilla que primero da para recibir después. Nos ayuda a crecer. Desde hoy, sin importar su condición social, académica o económica, ayudar al necesitado debe ser uno de los elementos que caractericen su existencia. ¡Es hora de comenzar!
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